Los políticos que se llenan la boca con referencias a la "herencia recibida" como supremo argumento para justificar sus carencias son unos incompetentes. Y unos lloricas. Resulta ridículo recurrir a la misma explicación cada vez que algo falla, que incumplen una promesa o que actúan de forma contraria a lo que prometieron durante la campaña electoral. Echar la culpa al antecesor se puede entender durante los primeros meses después de unos comicios. Tras casi cuatro años, es mejor buscar otra justificación. O callar.

Como en la Ley Hipotecaria, en política se puede renunciar a la herencia. Basta con abstenerse de formar gobierno y seguir eternamente en la oposición. Así se libran de los pasivos y de las cargas que conlleva el poder. El problema, y por eso nadie rechaza este cáliz, es que también se esfuman los beneficios. Tal como sucede con los legados familiares.

Esta semana, varios políticos mallorquines han agotado nuestra paciencia aludiendo a la herencia del Partido Popular. A los lastres que les dejaron José Ramón Bauzá (prohibido sesear el apellido) y Mateo Bauzá.

El primero ha sido el alcalde de Palma, Antoni Noguera, quien ha culpado a la "regla de gasto" aprobada por Cristóbal Montoro del "estancamiento" de los presupuestos municipales. Las cuentas se han reducido en 774.700 euros y las inversiones reales, las que se traducen en una mejora del aspecto de la ciudad, han pasado de 18,6 millones a 12,2, lo que supone una reducción del 34,2%. ¿Seguro que toda la culpa es del anterior ministro de Hacienda?

El segundo político que ha lamentado que su herencia fuera una ruina ha sido el conseller de Transportes, Marc Pons. En su caso ha lamentado la renuncia de su antecesor Biel Company al convenio ferroviario firmado con el Estado en tiempos de Francesc Antich. Según el socialista, sin tanto desprendimiento Mallorca hubiera recibido 300 millones de euros. Con este dinero habría dado para colocar raíles de oro y traviesas de ébano. O casi.

También se hubiera evitado, según Pons, el bochorno de la enésima avería en el servicio de tren desde que hace apenas unas semanas se estrenó la electrificación hasta sa Pobla. Según dio a entender en el Parlament, con esta millonada no hubiera fallado el pantógrafo, el brazo articulado a través del que el tren toma contacto con la catenaria y capta la energía eléctrica. Por cierto, ver a la diputada popular Mabel Cabrer, la consellera que estrenó el metro acuático, debatiendo sobre asuntos ferroviarios causa estupor.

El líder de la oposición Biel Company es de los que se ponen la venda antes de que se abra la herida. El martes ya lamentaba la herencia en forma de deuda desproporcionada que recibirán en junio de 2019 cuando, según pronosticó, el PP recupere el Govern.

Aludir a la herencia recibida debería estar prohibido en el Estatut, en la Constitución y en los tratados de la Unión Europea. Primero, porque es un argumento cansino. Segundo, porque nadie les obliga a asumir un lastre tan pesado. Tercero, porque los ciudadanos votan a los partidos para que solucionen problemas, no para que sean plañideras en un entierro. Cuarto, porque la solución está en sus manos. El dinero siempre será limitado pero ellos pueden acordar en qué se gasta y asumir sus actos ante los votantes. Cuando escasean los fondos tienen dos alternativas: reducir servicios y gasto o subir los impuestos. Decidan, asuman su responsabilidad y, por favor, dejen de lloriquear.