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José Francisco Conrado de Villalonga

Manos Blancas no ofenden, pero hacen daño

La presencia de Donald Trump, -que se considera asi mismo un "macho alfa" y eje del "Imperio"- en la Casa Blanca, ha estimulado, como era de esperar, el movimiento feminista en el mundo occidental. Las mujeres defienden el ser respetadas y consideradas como tales, su presencia en la vida pública, política, empresarial, académica, o donde quieran estar y, en mi opinión, con razón, -siempre que admitan que la meritocracia debe de estar por encima de cualquier posición de género-. Pienso que las mujeres tienen capacidades superiores a las de los hombres en muchos aspectos, son más fuertes, llevan mejor las dificultades, más intuitivas, más insistentes, son capaces de tratar varios temas en un mismo instante... Y, viven más que los hombres. Por ello están ya ocupando puestos de responsabilidad en todos los órdenes sociales. Su desempeño debe estar sometido al mismo reconocimiento, a la misma crítica y la misma censura como a la que están sujetos los hombres, sin lenitivos. Empresarias como María Dolores Dancausa, CEO de Bankinter, recibe elogios por su gestión al frente del banco, mientras que Patricia Botín, presidenta del banco de Santander se ve cuestionada, continuamente por el trato a los accionistas.

El el ámbito político se están viviendo fracasos estrepitosos de mujeres en cargos de relevancia. El Gobierno de Sánchez está sufriendo una erosión sin precedentes a causa de algunas ministras que ya han dado la nota. Carmen Montón, ministra de Sanidad que, según el presidente "hacia un buen trabajo", tuvo que dimitir porque fue pillada en la falsificación de sus notas y en un tramposo trabajo de fin de master. La actual ministra de Justicia, señora Delegado, Notaria Mayor del Reino, está en una posición insostenible por su relación con el comisario Villarejo, el policía de las veredas fecales de la política. Villarejo fue felicitado por Delgado, entonces fiscal de la Audiencia Nacional, por haber montado un sistema de "informaciones vaginales" con las que extorsionaba, o iba a hacerlo, a políticos y empresarios. Es de suponer, que su primera obligación, al tener conocimiento de esta actividad delictiva, era iniciar acciones penales contra su facineroso contertulio. Y ahí sigue la ministra.

Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid fue sorprendida con un master amañado y, al defenderse y ponerse terca negándolo, le colgaron un video en el que se la ve escondiendo, un perfume o un jabón de baño de 40 euros, en el super. La exministra de defensa, que también intimó con Villarejo, está en la cuerda floja por sus encargos al susodicho comisario de las cloacas. Como secretaria del Partido Popular, encargó espiar a su compañero Arenas y al ministro Rubalcaba, ¿con qué finalidad?, para pulverizarlos a la primera de cambio. Como se puede observar, ellas las mujeres, como los hombres, están también en la corrupción sistémica, en la podredumbre de las instituciones. Ambas se declaran víctimas de un rufián llamado Villarejo, pero deberían de saber que el frecuentar amistades peligrosas califica y contamina a quien lo hace.

Al margen de esas actuaciones censurables, es destacable el lenguaje que utilizan estas señoras, frases penosamente construidas, rotas, digresiones torpemente ubicadas. La gente habla como es, ¿y cómo son?, pues son así. Delgado le dice a Villarejo "¿puedo contar lo de este?...un maricón?.Marlaska?"; "a mí que me den un tribunal de hombres, de tías no quiero"?. Sobre las correrías de jueces del Supremo en Colombia dice Delgado, "?y vemos al grupo de tíos del Supremo?". Muy fina ella y muy laxa en la calificación jurídica de estos hechos que cuenta. En cuanto a Cospedal, menos ordinaria, también utiliza una prosa no muy lucida (Sic), veamos: a Villarejo le dice? "si, te iba a preguntar de una empresa que me habían hablado"?, más adelante, ?"la leche? está todas las noches en Pigmalión que es un sitio de putas?", y sobre una Fundación en la que aparen Galeote y Arenas, dice " La Fundación?.por el Sur, o por? como se llama esto?o por el Norte".

Estas distinguidas señoras son peligrosas para los ciudadanos y para la democracia, mejor que no estuviesen en ello, aunque alguien sostenga que el ser mujer tiene menos riesgo. Recordemos a quien esto piensa, un acontecimiento histórico trascendente. Fernando VII, en 1832, ya agonizando, recibió la visita de la Infanta Carlota de Borbón dos Sicilias, en sus aposentos, con la intención de hacerle cambiar la Ley Sálica, -por la que se impedía a la mujeres reinar en España-. Le hizo firmar otro decreto por el que acabaría reinando la princesa Isabel,- entonces era una niña-, como Isabel II. Avisado de la maniobra el Ministro de Gracia y Justicia, Francisco Tadeo Calamarde, se personó en la habitación e increpo a la Infanta Carlota por su maniobra y al tiempo que trataba de arrebatarle de las manos el nuevo decreto. Ella respondió a Calamarte con varias y sonoras bofetadas. El ministro aturdido pero educado, le respondió con elegancia: "Señora las manos blancas no ofenden" y ella intimó al ministro diciéndole, "sí, pero hacen daño, ministro". Se dice que ellas, las mujeres, son menos dañinas que los hombres? ¡Dios nos libre de una enemiga!".

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