Al paso que vamos no sería de extrañar que Netflix nos ofreciera en breve una serie sobre meteorología, mejor dicho, sobre la información meteorológica en televisión. Juego de Truenos, por ejemplo, tirando de recurso fácil. La tele espectáculo ha descubierto un filón en las isobaras, hasta tal punto que los sufridos reporteros cuando entran en directo convenientemente empapados y zarandeados por la ciclogénesis explosiva de turno han adoptado incluso el tono histérico de los comentaristas deportivos. Retransmiten el desarrollo vertical de un cumulonimbo vespertino como si fuera una penetración de Messi por la banda.

Mientras garanticemos un parque automovilístico en permanente crecimiento, el calentamiento global se encargará de suministrar materia prima en abundancia al show de las isobaras. Es admirable la visión de estos responsables televisivos que han decidido tratar la información del tiempo como el resto de la programación: cuantos más gritos, insultos, zascas e interrupciones mejor... para los índices de audiencia, que es de lo que se trata. No les faltarán borrascas, ni retales de ciclones tropicales venidos a menos. Eso sí, antes de abrir la conexión conviene asegurarse de que la imagen es la esperada cuando hablemos de huracanes, no sea que ocurra lo que en un especial "temporal" en el que el peinado de la reportera permanecía intacto, frustrando las expectativas generadas. Para evitar que la audiencia se enfríe pueden ser muy útiles un ventilador y una manguera. Show must go on. Incluso el que debería ser ejemplar Congreso de los Diputados ha sucumbido últimamente al estilo del zasca tuitero, jaleando como en un plató al que la suelta más gorda. Sin matices, claro.

No descartemos, siguiendo la bipolar tradición celtíbera, la aparición de partidarios irreconciliables de frentes fríos y de frentes cálidos, como sucede con el fútbol, la política y en su tiempo los toreros. A los tibios equidistantes no nos quedará otra que refugiarnos en un frente ocluido.

Cuando noten que deja de excitarnos la retransmisión en clave deportiva de la noticia del frío en invierno y del calor en verano, y pretendan entonces vendernos la moto de un ciclón tropical atravesando el ecuador, no se lo crean. Es imposible, un fake. El efecto Coriolis lo impide, por muy impresionante que sea el despliegue mediático.

Hace unos meses tuve la fortuna de descubrir theconversation.com, un oasis de periodismo de calidad y rigor académico, que inmediatamente incorporé a mis favoritos. No es difícil, con un mínimo de espíritu crítico, sustraerse al espectáculo mediático, al monstruo amable de Raffaele Simone, cuya única finalidad no es ilustrarnos, sino colocarnos cada media hora doce minutos de publicidad cautivadora.

Se puede estar perfectamente informado sobre el tiempo (meteoblue.com, por ejemplo) sin necesidad de contemplar el circo de mal pagados reporteros retransmitiendo y soportando en riguroso directo las inclemencias del cambio climático.