¿Desde cuándo existe la gripe en el mundo?, es una buena pregunta que provoca dos nuevas preguntas. Por una parte ¿desde cuándo existe el virus de la gripe en el planeta? Esta pregunta presenta una respuesta incierta, sin embargo los conocimientos actuales, basados en las detecciones de estos virus en murciélagos centroamericanos, nos hacen pensar que desde el propio origen de todos los virus.

Al igual que se fueron organizando las diferentes macromoléculas hasta dar origen a estructuras complejas, los virus se fueron constituyendo como entidades autónomas autoreplicantes pero siempre dependientes de un huésped a quien infectar. Por lo tanto no hay duda que su origen radica en la sopa prebiótica y que se fueron especializando en infectar a diferentes ramas celulares evolutivas, llegando a especializarse en los primitivos mamíferos.

Si el virus ha existido desde siempre, la pregunta siguiente es ¿desde cuándo hay constancia de la gripe como enfermedad humana? Los primeros datos escritos son de Hipócrates y datan del año 412 antes de Cristo; este médico describe casos y pequeños brotes de una enfermedad respiratoria que nos hace pensar que fuera gripe.

Pero lo que es seguro es que casos de gripe los ha habido desde que el hombre es hombre y se comporta como tal. Es decir, la gripe es una enfermedad respiratoria que se transmite a través del estornudo o la tos y que precisa de una distancia inferior a un metro para trasmitirse a otro humano. Por lo tanto hace falta un contacto bastante cercano y directo entre las personas para que la gripe como tal pase de ser un caso aislado a un brote que afecte a una colectividad.

Según nos cuentan los historiadores, al principio de su existencia los humanos eran básicamente cazadores-recolectores y como consecuencia de ello se agrupaban en pequeños grupos aislados entre sí y con una continua movilidad. Este comportamiento dificultaba la propagación de la gripe y quedaba reducida a pocos casos y aislados. El origen del virus probablemente fueran los murciélagos o las aves salvajes que ya empezaban a ser el reservorio natural de estos virus.

Sin embargo, este comportamiento social parece que cambió hace unos 12.000 años, cuando algunos cazadores decidieron asentarse en ciertas zonas de abundante caza y constituir un poblado estable. Estos asentamientos favorecieron la crianza de animales (ganadería rudimentaria) y el aumento progresivo de la población situada en estas primitivas aldeas. De este modo la conversión de poblaciones nómadas en poblaciones agrícolas y ganaderas sedentarias determinó un cambio trascendental en la evolución y las interacciones del ser humano con la naturaleza.

A diferencia de las infecciones individuales, las infecciones sociales, aquellas que necesitan un número importante de personas que interactúen entre sí, se propagan muy rápidamente entre las poblaciones rurales acabando con un pequeño porcentaje de la misma y convirtiendo al resto en individuos inmunes de forma permanente. Al afectar a una población humana limitada, el virus de la gripe no se vería forzado, debido a la presión inmunológica humana, a cambiar y mutar rápidamente para poder infectar a otras poblaciones, sólo tenía que llegar a ellas a través de algún humano con gripe.

Por lo tanto podemos deducir que muy probablemente las primeras epidemias de gripe, entendidas como afectación de un grupo humano importante, se producirían hace unos 5.000 años cuando aparecieron las primeras ciudades con una población estable y abundante y se dieron las condiciones sociales para que la gripe pudiera llegar fácilmente y propagarse con relativa rapidez.

Con este repaso histórico podemos afirmar que la gripe debe ser considerada como una enfermedad social, es decir la estructura social y las interacciones humanas que se producen en ella, van a ser los determinantes y responsables de su comportamiento (epidémico o pandémico). Siempre se ha dicho que los niños, por su falta de inmunidad previa, son los responsables de la introducción, mantenimiento y expansión de la gripe dentro de las comunidades.

El virus de la gripe puede infectar a cualquier persona pero sino se transmite a otra acabará siendo eliminado por este individuo o fallecerá con él. Por ello para poder hablar de gripe como enfermedad epidémica es preciso que penetre en una comunidad lo suficientemente amplia para poder transmitirse de forma eficiente y rápida entre sus habitantes.

La gripe como enfermedad social nos aporta una visión mucho más global de la misma, en la cuál los comportamientos y actitudes grupales, como la vacunación, van a ser la base de las medidas preventivas para evitar sus estragos en la misma. No debe concebirse a la gripe como algo individual, puede que lo sea inicialmente, a diferencia de una meningitis por el virus del herpes que no se trasmite a otras personas, pero la estructura social de este individuo va a amplificar de forma exponencial la diseminación de la misma.

Cuando alguien dice que yo no me vacuno de la gripe porque no tengo riesgo de contagio, comete uno de los más grandes errores conceptuales ya que dado ese carácter social de la gripe es imposible no interactuar, aunque sea sin saberlo o conocerlo, con ese individuo que está expandiendo la enfermedad. Al ser una enfermedad social hay que tomar medidas sociales, es decir la vacunación individual frente a la gripe sólo aporta protección individual que no será suficiente para controlarla. Nos interesa obtener una inmunidad colectiva o social a través de la vacunación del máximo posible de personas para que esta red de protección actúa socialmente frenando la expansión de esta enfermedad.

Ser social es estar integrado en un grupo humano y para ello hay que contribuir al beneficio de esta sociedad, por ello nuestra mayor contribución en estos momentos es vacunarnos frente a la gripe. Esta enfermedad social merece una única respuesta social, vacunación o vacunación no hay más alternativa.

* Unidad de Virología. Hospital Universitario Son Espases.