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Matías Vallés

Boulevard

Matías Vallés

Treinta años y un día a la sombra de Pedro Serra

Nunca he cruzado una palabra con Pedro Serra, aunque hemos estado a menudo desnudos en la misma habitación, los mallorquines somos así. Me gustaría decir que fuimos grandes enemigos, pero antes habría que preguntarle. También me hizo algunas de las mejores ofertas profesionales, que rechacé por fortuna para ambos la única vez en que Andrés Ferret ejerció su ascendiente sobre mí. Además, yo ya ganduleaba en el diario que Serra siempre deseó.

No me hubiera molestado trabajar para Serra. La prensa es sensacionalista por definición, el periodismo se pudre cuando se toma en serio. Respeto un diario donde firman mis ídolos Pedro Prieto, Enrique Lázaro y sobre todo Ferran Aguiló, otro enlace con Ferret. En el enfrentamiento brutal, en el sentido de Francis Bacon, con el editor que se creyó artífice disparatado de la actualidad, no encontrarán una sola crítica mía a Última Hora. Ni siquiera cuando me insultan desde esas páginas, siempre por debajo de mis merecimientos.

A lo largo de mis treinta años y un día a la sombra de Pedro Serra, en 1989 competimos como enviados especiales a Estocolmo, para asistir a la coronación de Camilo José Cela con el premio Nobel. La hemeroteca guarda nuestras crónicas respectivas, para los amigos de comparaciones. El galardonado se puso firmes en cuanto el editor y el conseller Jaume Cladera llegaron al Grand Hôtel, y he leído estos días panegíricos de los que se deduce que los suecos se equivocaron al premiar al escritor en lugar del editor, pero el ménage à trois con Don Camilo y Marina Castaño en la suite real fue mi exclusiva.

Cela, Serra, Baltasar Porcel, jabalíes en la definición literaria del tercero de ellos. Cuando el editor prefería seducir a ser seducido, también conquistó a Joan Miró. Sin embargo, no logró domesticar a Miquel Barceló, que alcanzó gloria universal a diferencia de sus mediocres patrocinados. Creo que es el párrafo adecuado para recordar que Serra no acabó con la alcaldía de Ramon Aguiló. Si sostenemos esta falsedad, hemos de concluir que Margarita Nájera también obtuvo su mayoría absoluta en Calvià gracias al ataque diario en portada durante la campaña. No conviene olvidar a las víctimas.

Antonio Alemany tituló a toda página en El Mundo que yo era igual a Pedro Serra, argumento desarrollado en un vibrante artículo que lamento no haber leído. Formamos un triplete de pesadilla, donde me cuesta averiguar quién queda más deshonrado. En mi caso, me declaro descendiente de ambos, así como de Antonio Pizá y Cinto Planas Sanmartí. Sin embargo, el único pecado que nunca he cometido es creerme gurú de presidents (Alemany) o dueño de presidents (Serra).

Cuando criticaba la postración de los gobernantes a sus excesos, me llamaban personas para jalear mi valentía. A continuación, los mismos telefoneaban a Serra, para tacharme de sinvergüenza. Ninguno de ellos sabe que, con motivo de más de una entrevista exclusiva que él hubiera deseado, véase Lady Mouna, me mandó por intermediarios una felicitación efusiva aunque encabronada. Le sacábamos rendimiento al antagonismo.

Nunca he escrito juntos los nombres de Gabriel Cañellas, Simón Galmés,Nadal Batle y Pedro Serra, ni los encontrará en la historia oficial de Mallorca a cargo del PSM, pese al poder conjunto que detentaron. Hoy, el fallecimiento del editor no ha sido la noticia más leída, y tengo que felicitar personalmente a los menores de cuarenta años que se adentren en esta página manglar. Creo que Serra exageró, la pereza expositiva me impulsa a tomarlo de Eduardo Mendoza en La ciudad de los prodigios. "En realidad, soy yo quien ha perdido. Yo creía que siendo malo tendría el mundo en mis manos y sin embargo me equivocaba: el mundo es peor que yo".

Serra fabricó a Serra, con un cóctel de astucia, osadía, descaro y egocentrismo. Sin embargo, reina cierta confusión a la hora de decidir quien difuminó a Serra y lo despojó de su aureola mítica. Fue Eduardo Inda, yo también lo siento. Todo lo cual carece ya de importancia. No busco la reconciliación vegetariana, busco un enemigo vivo, y no tendré otro igual.

Reflexión dominical melancólica: "La nostalgia de lo que no ocurrió".

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