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Joaquín Rábago

Chacal (ito)

En 1959, François Mitterand -de quien acaban de aparecer en edición de bolsillo sus Cartas a Anne, su gran y maravillosa amante Anne Pingeon- organizó, con el objeto de relanzarse políticamente, un atentado contra sí mismo. Mitterand había orbitado alrededor de la extrema derecha francesa durante bastante tiempo -hay que decir también que era joven- y dentro del Partido Socialista necesitaba de un golpe, digamos, espectacular, para afianzarse y tomar carrera. Cosas de la política, que confía más en la mentira y en la impostura que en sus contrarios, de los que suele desconfiar porque considera que le perjudican. Aquel atentado frustrado se llamó el Atentado del Observatorio, porque ocurrió muy cerca del mismo y por esa burda maniobra, descubierta rápidamente, Mitterand acabó en los tribunales. Hay que decir que el caso acabó en sobreseimiento y que esa mancha -como resulta obvio en quien fue presidente de La República- no le perjudicó apenas en su carrera política. Cosas de la misma, también.

Regreso de pasar una semana en Francia -donde nunca suelo consultar la prensa española- y me encuentro con la noticia de que alguien -lo digo como en el chiste de Gila muy aposta: ´alguien ha matado a alguien´- quería atentar contra el presidente Sánchez y ha sido detenido por la policía. Qué curioso, pensé. Había leído una noticia parecida días atrás sobre un intento de atentado contra el presidente Macron. Sólo que la prensa francesa ni siquiera hablaba de ´intento de atentado´, sino que trataba el asunto con el distanciamiento de quien se toma las cosas como son y no como podrían ser, sabiendo que siempre podrían ser de muchas maneras que nunca son. La prensa francesa hablaba de una ´supuesta acción violenta´ y la definía -atención- como ´imprecisa y mal definida´, con lo que el lector entendía que no se hablaba del plan como de un ´hecho consumado´, sino de una mera -de momento- fantasía de un grupúsculo -añadían- vinculado a la extrema derecha. Si uno leía la noticia al margen de los titulares quedaba claro que el proyecto no pasaba de desbarajuste con malas intenciones. Pero las intenciones sólo son eso, intenciones.

Aquí, en cambio, me encontré con que una noticia que parecía salida de El Jueves, se tomaba tan en serio como el desmantelamiento de un grupo terrorista. Dentro del sainete en que se ha ido convirtiendo el asunto de la exhumación de la momia de Franco, el capítulo de un francotirador de extrema derecha que había trabajado, no entendí, si para La Generalitat o contra La Generalitat -ojo: la crisis catalana como ingrediente de veracidad política- parecía una pieza fetén para el rompecabezas de sinsentidos y disparates en que se ha convertido la política española. Pero no para darle la credulidad que tanto la prensa escrita como la televisión pública daban a un chalao -escribo chalao y no chalado a conciencia- que disponía en casa de un arsenal de armas y en su mente de una fantasía en plan guerrero del antifaz. Su plan era vengarse de Sánchez-Castejón por querer emular a lord Carnarvon en la tumba de Tutankhamon. Ya puestos: ¿qué tal si fabricamos un Kennedy de andar por casa, eso sí, incruento? Venga, una de atentado. ¿Y qué tal De Gaulle con Chacal? Mejor Kennedy, hombre, más moderno, con gafas de sol y en avión presidencial. Pero oiga, lo de Chacal no está nada mal€

Así, Chacal, se llamó al francotirador encargado de atentar contra De Gaulle en los años 60, con la guerra de Argelia en caliente y la ´traición´ del presidente francés, que había visitado Argel semanas atrás y desde el balcón del ayuntamiento había pronunciado la famosa frase -´Os he comprendido´- que tranquilizó a franceses y pied-noirs residentes en aquel país, para después abandonarlos a la suerte de la descolonización inmediata. Fue uno de varios intentos. La OAS -organización de extrema derecha vinculada a algunos mandos militares destacados en Argelia- organizó o pagó aquel y otros atentados contra De Gaulle que no tuvieron éxito o no llegaron a puerto alguno.

Existe una película muy bien tramada -ideada en el libro Chacal, de Federick Forsyth- que relata el antes y el durante de uno de ellos. Película y libro están basados en la realidad de cómo sucedieron las cosas, pero da la impresión de que alguien en España ha basado la realidad del hipotético atentado contra Sánchez en que ha visto demasiadas películas. Lo malo es que -al revés de lo que pasó la semana pasada con la amenaza sobre Macron, donde el escepticismo ante los malhechores fue grande- aquí quieren que nos las creamos. Las películas, digo. Chacal(ito) en cartelera.

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