Hace una larga temporada que este articulista acumulaba una secuencia de malas noticias en el territorio internacional, un ámbito distante que al cabo termina configurando el contexto en que se mueve este país. Noticias adversas en muchos casos inesperadas y que por ello mismo causaron un mayor trauma en quienes conservábamos cierta fe en la naturaleza humana y creíamos que, tras el final de la guerra fría y la eclosión de la globalización, avanzábamos hacia un mundo mejor.
La lista de contratiempos internacionales es larga -de Venezuela a Brasil, de la crisis Italia a la deriva autoritaria de los países del Este- pero tenía/tiene dos hitos fundamentales: el Brexit, que cuestiona el sueño europeísta de quienes aún lo conservamos, y la victoria de Trump tras el mandato de Obama, que, aunque frustrante por impotencia, abría un camino de civilización y humanidad que pensábamos irreversible.
Por eso hoy (ayer para el lector) es día de celebración y toque de corneta. No hay todavía una noticia resplandeciente y definitiva que nos permita volver a ilusionarnos pero sí un primer y sólido indicio de que las cosas pueden volver a cambiar a mejor. El hecho de que Trump haya perdido la Cámara de Representantes permite recuperar la fe en la nación americana, que nos marca la pauta en casi todo. La brutalidad, la misoginia, la homofobia, la arrogancia despótica están en retroceso. Albricias.
