Diario de Mallorca

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La lluvia es un fenómeno atmosférico de lo más común pero semejante familiaridad no deja de esconder algunos arcanos. Siendo yo niño, se comenzaron a instalar los semáforos en las calles de Ciutat „el primero de ellos, en Cort, lo manejaba un guardia con una pera como las de la luz de antes. Pues bien, desde entonces no dejo de preguntarme cuál será la razón para que, a la que caen cuatro gotas, los semáforos se estropeen agravando el caos ya habitual en las calles de Palma. Es bien extraño porque cualquiera que haya estado en Londres sabrá que allí llueve mucho, muchísimo más, pero las luce siguen encendidas sin que parezca afectarles en nada el agua. ¿Lloverán malificios, además de gotas, en unas islas y en otras, no?

Ahora vivo en Madrid, ciudad que también se colapsa con las lluvias. Y acabo de leer en un diario de los más prestigiosos y difundidos un artículo en el que su autor, ingeniero y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, se pregunta ya desde el titular de la columna por qué siempre que llueve hay atascos en Madrid. Como cabe esperar de un experto en ingenios, las razones que da abordan detalles técnicos como son los de adherencia, visibilidad y distancia de frenado. Para concluir que las autoridades municipales deberían contar con planes de contingencia para cuando llueve, con cambios de los ritmos de los semáforos y mecanismos de intervención rápida a la que aparecen los accidentes. Eso sería de hecho exigible en una ciudad como la capital de España todos los días, llueva o no. En vez, el ayuntamiento que preside una ex-jueza que dejó su carrera por padecer dolores y angustias insufribles pero, a lo que se ve, se ha curado, ese ayuntamiento, digo, ha dado en escribir en los pasos de peatones frases que se quieren poéticas pero parecen salidas de un manual de autoayuda. "Somos nostalgia anticipada", por ejemplo. No queda demasiado claro el propósito de los mensajes pero lo peor de todo es que se les añade la firma de quien los ideó.

Todos los palmesanos, madrileños, barceloneses e incluso sevillanos saben por qué hay más atascos cuando llueve. Porque hay más gente que coge el coche que en los días secos, y porque se circula más despacio. Si, como sucedía en Moscú en la época soviétiva, sólo pudieran ir por la ciudad en automóvil los jerarcas, desaparecían los atascos y los accidentes aunque cayesen no ya chuzos de punta sino nevadas de órdago. A lo mejor Maduro consigue algo parecido, por otras vías, en Caracas que, por cierto, cuando la visité yo era un atasco permanente, sólido ya, día y noche. Pero queda por explotar el sistema de regulación del tráfico por medios literarios, con frases no ya en los pasos de cebra sino extendidas en plan Blade Runner. Mensajes con mucho sentimiento que nos hagan ver la importancia de la trascendencia y la eternidad frente al detalle menor de la desesperación que te entra porque llueve y, con el atasco que se ha formado, igual te mueres al volante.

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