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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

La Gran Coalición alemana no da para más

Hace tiempo que la Gran Coalición que preside la canciller Angela Merkel no da ya para más: falta de visión y de fuelle, parece irremediablemente encallada.

Cada vez más discutida dentro de su propio partido, la CDU, Merkel no parece haber visto más solución que renunciar a la presidencia del mismo aunque conservando por el momento la cancillería. ¿Por cuánto tiempo?

Su única justificación para seguir todavía un par de años al frente de Alemania es la difícil coyuntura internacional, sobre todo por la presencia del siempre imprevisible -menos para los suyos- Donald Trump en la Casa Blanca.

Merkel es una dirigente más respetada fuera que en su propio país, donde su manejo inicial de la crisis de los refugiados sigue siendo continuo objeto de polémica cuando no fuente de odio, en el caso de la extrema derecha.

El sector más conservador de su CDU y sobre todo el partido hermano, la CSU bávara, la acusan de ser la máxima responsable de sus últimos fracasos electorales y del auge paralelo de la ultraderechista Alternativa para Alemania.

Su sustitución al frente de la CDU significará, sin duda, un cambio importante en el partido, un giro a la derecha con independencia de que el elegido sea su actual ministro de Sanidad, Jens Spahn, o el empresario Friedrich Merz.

Este último abandonó el Bundestag en 2009, siete años después de que Merkel le arrebatara la jefatura del grupo parlamentario, para dedicarse con éxito al mundo de las finanzas, por lo que, para algunos, su regreso a la política es un deseo de reivindicarse frente a la canciller.

Ambos son claros atlantistas: el primero, cuya enemistad con Merkel es un secreto a voces, presume de su amistad con el actual embajador de Trump en Alemania, un tipo que en sus primeros pasos en ese país pareció comportarse como el gobernador de una provincia del imperio.

A su vez, Merz ha hecho carrera en la industria financiera: no sólo ha ocupado puestos en consejos de administración de bancos y otras empresas, sino que desde 2016 es presidente para Alemania de la empresa norteamericana Blackrock, la mayor del mundo en la gestión de inversiones.

Más próxima a Merkel se considera a la tercera candidata a sucederla, Annegret Kramp-Karrenbauer, ex primera ministra de Sarre hasta que la canciller, pensando tal vez en su sucesión, la nombró secretaria general del partido.

La elección de Merz o de Spahn facilitaría las cosas al SPD, el segundo partido de la coalición alemana, que va últimamente de derrota electoral en derrota y que no levantará cabeza hasta que rompa definitivamente con sus socios de gobierno para volver a adquirir perfil propio.

El otrora orgulloso partido de Willy Brandt no se ha recuperado del golpe que supuso la adopción bajo el canciller Gerhard Schroeder de la llamada Agenda 2010, que si bien sirvió para relanzar la economía alemana, fue a costa de precariedad laboral, recortes sociales y aumento de la desigualdad.

Bajo un dúo dirigente incapaz de inspirar a nadie como es el formado por la nueva presidenta del partido, Andrea Nahles, y el ministro de Hacienda y vicecanciller, Olaf Scholz, los socialdemócratas se han visto comer rápidamente el terreno por los Verdes.

Por el contrario, con una dirección joven, en la que destaca el carismático ex viceprimer ministro de Schleswig Holstein Robert Habeck, los ecologistas no han dejado de crecer en encuestas y elecciones hasta el punto de que parten como socios minoritarios favoritos en una futura coalición federal de uno u otro signo.

Les ha favorecido sobre todo la preocupación de cada vez más ciudadanos de ese país por el cambio climático, pero al mismo tiempo también su unidad frente al desgarramiento interno del SPD y la CDU, su fe europeísta y su decidida oposición al discurso xenófobo de la ultraderechista Alternativa para Alemania.

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