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Miquel Àngel Lladó Ribas

El caso Parrón, o el mundo al revés

La casualidad hizo que, el mismo día en que la directora insular de Igualdad del Consell de Mallorca, la señora Nina Parrón, comparecía ante la justicia para dar cuentas de un posible delito de injurias y calumnias contra el aseñor Jorge Skibinsky, un buen puñado de personas se concentraran unas horas más tarde en la plaza de España de Palma para expresar su rechazo a la violencia machista en cualquiera de sus múltiples y repugnantes manifestaciones.

En la concentración, promovida por nuestra asociación, Homes per la Igualtat - Mallorca, se hizo mención a un lema que viene siendo algo así como una marca del movimiento de hombres por la igualdad y contra la violencia de género: "El silencio nos hace cómplices". Aunque no compartamos ciertas formas de dirigir el departamento insular de la señora Parrón -así lo hemos expresado públicamente en ocasión de alguna campaña de su departamento-, tenemos muy claro que el señor Skibinsky no es precisamente un ejemplo de hombre igualitario, pues han sido numerosas las ocasiones en las que, ante gravísimos y patentes crímenes de talante machista, ha jugado como mínimo a la ambigüedad con declaraciones claramente misóginas o exculpatorias como afirmar, en relación al vil y horrendo asesinato de Xue Sandra, que se trató únicamente de un "crimen pasional". Ha sido la crítica al contenido del escrito intolerable de Skibinski lo que ha llevado a la señora Parrón ante el juez. Paradójico y en cierta manera absurdo, toda vez que el cargo público que ostenta le obliga a defender la igualdad y la dignidad de las mujeres, no está de más recordarlo. Y por supuesto, también, la de una mujer que en ese momento estaba agonizando quemada en un hospital.

En la citada concentración se leyó un manifiesto en el que se aludió a un hecho harto significativo: desde el año 2003, en que se empezaron a contabilizar oficialmente las víctimas por violencia de género en el Estado español, han sido asesinadas 967 mujeres a manos de sus maridos o compañeros sentimentales, una cifra superior a la de las muertes ocasionadas por ETA a lo largo de su sangriento historial. A la vista de este dato, no parece en absoluto desproporcionada la expresión "terrorismo de género" utilizada por la Directora Insular para descalificar la desafortunada misiva publicada por el señor Skibinsky en un medio local. Es más, ahondando en esa dramática y triste realidad, a uno le asaltan serias dudas sobre quién debía de haberse sentado realmente en el banquillo de los acusados del juzgado número 7 de Palma en la mañana del pasado 23 de octubre.

El machismo mata. Y sentar en el banquillo a un cargo público que se limitó a expresar esto con otras palabras no parece de recibo en una sociedad democrática e igualitaria. A no ser que, como en el caso de la lamentable sentencia de "La manada" y otros similares, vivamos en un mundo al revés, en el que las víctimas devienen verdugos y viceversa.

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