El llamado caso Khashoggi - el asesinato de ese periodista crítico por supuestos sicarios del príncipe saudí- ha puesto una vez más de relieve la hipocresía de nuestros gobiernos cuando se trata del obsceno negocio de las armas.
Leemos en la prensa que Alemania ha decidido suspender en vista de las circunstancias actuales la venta de armamento a esa monarquía feudal, enemiga de Irán y conocida exportadora del islamismo más retrógrado y fanático.
Con un Gobierno socialista para más inri, España mantiene, según algunos medios, "un perfil bajo en la crisis", seguramente por temor a que Riad anule un contrato para la construcción de unas corbetas en los astilleros de Cádiz.
Resulta bochornoso que haya tenido que producirse el salvaje asesinato del periodista Jamal Kashoggi para que tomaran alguna medida contra Riad gobiernos europeos que, contraviniendo sus supuestos principios, no han dejado de vender armas a un régimen represor en casa y agresor fuera: véase la guerra del Yemen.
Que el Gobierno de Pedro Sánchez se haya limitado hasta el momento a declararse "consternado" por lo ocurrido con el periodista en el consulado saudí en Estambul es un insulto a los valores de la izquierda.
Y no hablemos ya de la reacción del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dispuesto siempre a calificar de " fake news" todo lo que no le interesa y que, tras aceptar la versión inicial saudí, se limitó luego a decir que ha habido en ese caso engaños y mentiras.
Tenemos aún presente la imagen de Trump sumándose, junto a algunos miembros de su Gobierno a la danza del sable de los saudíes, tras proclamar lo mucho que le gusta un país que tiene tanto petróleo y que tanto gasta en comprar armas a EE UU.
Y hablando de armamento, ¿qué decir del aviso de Trump de que Estados Unidos podría abandonar el tratado de reducción de armas de medio y corto alcance que firmaron Ronald Reagan y Mijail Gorbachov hace ya tres décadas?
Desoyendo a los gobiernos europeos, a los que nada puede interesar menos que el abandono de ese pacto nuclear, Trump parece decidido a fomentar ahora en Europa una nueva carrera de armamentos y para ello cualquier pretexto es bueno.
Y el que ahora esgrimen los halcones norteamericanos como el consejero de Seguridad John Bolton es que Rusia está violando ya dicho acuerdo con un nuevo sistema de misiles de crucero, bautizados por la OTAN como SSC-8.
Claro que los rusos acusan a su vez a EE UU de lo mismo por instalar en Rumanía un sistema de lanzamiento que Washington justifica diciendo que está solo destinado a interceptar los misiles iraníes.
¿Y los europeos, los más directamente interesados, qué dicen mientras tanto? ¿Acaso pintan algo en la OTAN?
