El caso Khashoggi se había ido envenenando y Trump ha tenido que acudir al rescate. La táctica, ponerse al frente de la manifestación y luego reconducirla. En cuanto a la técnica, ante todo ir aguando la truculencia: de un vil asesinato en el Consulado, con troceado del cuerpo, se pasa a un interrogatorio que salió mal (se les fue la mano) por la incompetencia de un agente (el torturador), y luego a un intento de traslado (secuestro) en el que se produjo una muerte accidental. Después le llega el turno a la autoría: no fue una orden ejecutiva del hombre fuerte saudí, sino la acción de un servicio incontrolado. Queda sólo identificar al chivo expiatorio, como se autodefinía Lee Harvey Oswald ("I am a patsy"), con el que luego ya veremos qué hacer. En esta tecnología de encubrimiento los servicios del Imperio siempre han sido líderes, y si un socio mete la pata, hay que ayudarle.
