Diario de Mallorca

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El transcurso de una reunión alguien preguntó que entendían por felicidad -vaya materia difícil-, ante el que la mayoría no supo que contestar, ni cómo precisar esta actitud del ánimo, ya sea psíquico o físico. Uno negó la existencia de este estado, otro pensaba que si se tenía una buena situación económica se podía ser feliz, otro la relacionaba con tener buena salud, otro con una adecuada vida familiar, otro con la confianza en la pareja y, el último en opinar unía felicidad con amor. Ante tanta disparidad de criterios se acudió a una tableta y se leyó en voz alta la definición que da la Real Academia: "La felicidad es un estado de grata satisfacción espiritual y física". Este asunto que podría parecer fútil, tiene su enjundia, la mayoría de seres pensantes, alguna vez se han planteado si existe y en que consiste. Es un tema que interesa a casi todos.

La universidad de Yale, centro académico privado, muy exclusivo y en el que es difícil la admisión -se requiere un nivel de formación previo muy elevado- y un seguimiento en los estudios con excelente aprovechamiento, organizó un curso sobre psicología y felicidad, al que se inscribieron mas de mil doscientos estudiantes que deseaban algo de luz sobre la felicidad y como alcanzarla. El reino de Bután ubicado en el sur de China, con una población de alrededor de 800.000 habitantes, tiene establecido en su calendario oficial una jornada,el día la felicidad, fecha festiva y,además de un indicador sobre el producto industrial bruto (PIB), tiene instituido otro índice, el FNB, el de la "Felicidad Nacional Bruta".

En la Grecia antigua ya se discutía sobre esto, Sócrates decía que el secreto de la felicidad no está en la búsqueda de más recompensas externas sino en la capacidad de conformarse con menos. Aristóteles creía que la felicidad solo se obtenía a través de una determinada forma de vida y para alcanzarla se requería vivir virtuosamente. Desmond Morris, zoólogo y etólogo británico, escribió que la búsqueda de la felicidad es una de las máximas preocupaciones de la condición humana, así como también que el deseo de escapar del sufrimiento es una aspiración universal. Hoy en psicología, se dice que cualquier estado de felicidad permanente es ilusorio, la verdadera felicidad es rara y efímera y está relacionada con hormonas y neurotransmisores cerebrales como la dopamina, la serotonina -que regula el estado de ánimo- y, la oxitócica, hormona del amor y la felicidad por excelencia. Por ello y según funcionen las hormonas y neurotransmisores la gente será más o menos feliz. Pablo Neruda decía, por ejemplo, que Federico García Lorca tenía la desconsiderada costumbre de estar siempre feliz.

Dacher Keltmer, psicólogo de la Universidad de California promovió un estudio entre 7.500 personas y llego a la conclusión de que la naturaleza aportaba felicidad y serenidad. Otros piensan que el amor puede dar felicidad, pero no hay que olvidar que también hace sufrir y así pues es importante empezar por amarse a sí mismo, ya que esperar que alguien te haga feliz es la mejor forma de no llegar a serlo. Será tal como dice Darrin MacMahon, profesor de historia de la universidad de Florida, en su "Historia de la felicidad", que con esto de la felicidad pasa como en el mito de Eurídice, bella ninfa que se escabulle cuando nos volvemos para contemplarla, desapareciendo apenas conseguimos divisarla. Schubert expresó en una frase un pensamiento profundamente nostálgico ante la búsqueda de la felicidad, reflexión que acabaría musicalizando en uno de sus lieder: "Soy extraño en cualquier lugar? Camino en silencio, tengo poca alegría y siempre pregunto suspirando: ¿hacia dónde? Y un susurro celeste me responde: 'Allí donde no estás, allí está la felicidad'".

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