Los destinos degradados, ilegales y conflictivos de la sexualidad han pasado a ser noticia prácticamente a diario y en casi todos los medios.

Además de la crónica policial de la llamada violencia de género, los escándalos ligados a la sexualidad no cesan de provocar terremotos institucionales y políticos. Aún no se terminan de apagar las acusaciones y denuncias que han puesto Hollywood patas arriba. Donald Trump el mismísimo Presidente de los EEUU se encuentra resolviendo denuncias sobre su comportamiento sexual y Brett Kavanaugh, el juez que Trump nominó como candidato para la Corte Suprema de Estados Unidos está ahora mismo enfrentando una grave denuncia de abuso sexual que puede comprometer su nombramiento.

Un nuevo cisma institucional ligado al sexo ha conmocionado la Iglesia Católica en varios países. Este año en Chile el Papa Francisco no logró aplacar las protestas durante la primer misa que impartió pese a su pedido de perdón.

A diferencia de los otros conflictos que involucran a personajes libertinos y que se valen de su poder para su satisfacción sexual, las numerosas denuncias sobre actos de pederastia dentro de la Iglesia compromete a sacerdotes que supuestamente han renunciado por completo la satisfacción física de sus deseos sexuales como parte esencial de una vocación de espiritualidad y fe.

Es justamente esta circunstancia del fracaso en la exclusión de la sexualidad que retorna de una manera tan vergonzante y degradada como lo es el abuso infantil, lo que abre un interesante campo de reflexión para la psicología.

No en vano en este momento el celibato sacerdotal es un tema de debate teológico de primer orden.

En una reciente entrevista a Die Zeit, el Papa Francisco afirmó abiertamente "Tenemos que considerar si los virili probati son una oportunidad". O sea, buenos cristianos casados que se ordenen sacerdotes. Además reconoció que la falta de vocaciones de hombres que quieran renunciar a la sexualidad es "un problema enorme y como tal la Iglesia tiene que solucionarlo".

Más aún, en otra entrevista citada por la BBC afirmó "El celibato no es un dogma de fe, es una regla de vida" no siendo un dogma de fe, siempre tenemos la puerta abierta para cambiarlo".

Sería simplista considerar que la avalancha de denuncias de abusos sexuales de sacerdotes se limite a casos aislados de perversos delincuentes, cuando la incidencia es tan numerosa.

Las autoridades eclesiásticas, los teólogos y los juristas tienen un complejo problema a resolver.

Parafraseando la frase "Con la Iglesia hemos topado", podría decirse que la Iglesia con el sexo ha topado.

Para los psicólogos se trata de la evidencia de un fenómeno mucho más general, como lo es el choque entre las necesidades primarias y las normas sociales o, en otras palabras, entre instintos y civilización.

Intuyendo ese problema Freud en 1895, en los albores del psicoanálisis, publicó un trabajo titulado La neurastenia y la neurosis de angustia.

La psiquiatría de la época definía la neurastenia como una enfermedad con un florido repertorio de síntomas de origen confuso. Freud consideró que era consecuencia de la represión de los impulsos sexuales y la consecuente insatisfacción de los mismos.

Para decirlo de un modo sencillo, si las excitaciones sexuales no logran encontrar una expresión y una posibilidad de satisfacerse se degradan y acaban expresándose en síntomas angustiosos o en comportamientos disfuncionales. No es infrecuente que las disfunciones se expresen en comportamientos compulsivos que llegan a traspasar las barreras morales, como el caso del abuso a niños.

En su monumental novela histórica El Samurai, Shusako Endo describe la lucha de un misionero jesuita contra la tentación de masturbarse para lo cual recurre a una práctica extendida en la época, consistente en atarse las manos para no sucumbir a esa necesidad durante el sueño.

Los psicólogos solemos encontrar en el diagnóstico de trastornos tan diversos como los desórdenes del sueño, la alimentación, la ansiedad o la perdida de la ilusión el fracaso en la gestión de lograr una forma armónica, eficiente y placentera de la sexualidad.

También la llamada "edad del pavo" que se refiere a la inestable y conflictiva personalidad de los adolescentes escenifica la poderosa irrupción de las excitaciones provenientes del desarrollo hormonal. Sus mentes con frágiles sistemas cognitivos no logran encontrar cauces y satisfacción para esa energía.

Tapar el cráter de un volcán solo puede acabar en una explosión.

Quizás resulte una buena metáfora el enunciado del físico Lavoisier "La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma".