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Jose Jaume

Después de la hecatombe, preguntas sin respuesta

Ante la pérdida de vidas las demás consideraciones indefectiblemente quedan subordinadas. Mallorca acaba de vivir una hecatombe, que se contabiliza en la muerte de seres humanos. Eso es lo esencial, lo que lleva a definir sin ambages de inmensa tragedia lo que acaba de ocurrir. Tres décadas después de otra catastrófica inundación, que también segó una vida, la naturaleza, al reclamar lo que le pertenece, ha desencadenado un nuevo desastre en el Llevant de Mallorca. Cuesta describir lo sucedido, dar sentido adecuado a lo que en la tarde noche del martes se desencadenó en Sant Llorenç, Artá y zonas próximas: una tromba inimaginable, probablemente consecuencia de los cambios que el ser humano ha introducido en el clima terráqueo, ha constituido el vector que ha posibilitado el bíblico diluvio. La lluvia torrencial desarboló cualquier defensa precipitando la devastación.

Constatemos lo obvio: la naturaleza siempre acaba por reclamar lo que le pertenece. Lo ha hecho al desbordarse el torrente que discurre por el municipio de Sant Llorenç. Preguntémonos, aunque sea retóricamente, porque la respuesta es sobradamente conocida, cómo es posible que el urbanismo al que nadie ha sabido o querido poner coto, posibilite que se construya en los cauces de los torrentes, que durante años son poco más que un secarral, pero que, cuando braman, se tornan en destructivos hasta el extremo que hemos podido constatar. ¿Por qué no se actúa contra esa negligencia que acarrera la pérdida de vidas humanas?

La tragedia ha tenido respuesta inmediata por parte de las autoridades. Ha habido en Mallorca una reacción de solidaridad que hay que saber valorar, además de una rápida respuesta por parte de la Administración del Estado. Una vez más, la Unidad Militar de Emergencias (UME) del Ejército, una de las mejores iniciativas del presidente Rodríguez Zapatero, ha exhibido su radical importancia; también ha sido inmediata la reacción del presidente del Gobierno Pedro Sánchez, que ha viajado a Mallorca y en el Consejo de Ministros de hoy anuncia que se aprobarán las medidas necesarias para disponer de la financiación imprescindible con la que iniciar los trabajos de recuperación, que van a ser arduos, puesto que la devastación es absoluta. El presidente Sánchez cumple con su obligación al trasladarse a la isla. Otras veces no ha sucedido lo mismo.

Destacado lo que antecede, retornemos a las causas del desastre: el diluvio no se podía evitar y tampoco prever su intensidad y concreta localización, aunque se sabía del riesgo existente cuando llega el otoño y el Mediterráneo, recalentado al máximo, es la incubadora adecuada para generar fenómenos tan extremos, pero insistamos en lo que todos sabemos: porqué se permite edificar tanto en los cauces de los torrentes como en las zonas susceptibles de inundarse. Una vez más tiene que acontecer la catástrofe para cerciorarnos de cómo se ha actuado, que habitualmene se ha permitido que la especulación del suelo pase por encima de consideraciones medioambientales y urbanísticas, las que deberían tener absoluta prioridad.

Mallorca está de luto, ocioso es recordarlo, puesto que los muertos pesan, nos interrogan a todos con preguntas que para muchos resultan incómodas y ahora devienen en inquisidoras, aunque gratifica la inmediata respuesta solidaria.

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