Diario de Mallorca

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El ayuntamiento de la capital del Reino ha aprobado una ordenanza llamada de Movilidad Sostenible (en mayúsculas, claro, que se ve que con las minúsculas las cosas no se mueven y, a la vez, desaparecen). Dentro de semejante norma se incluyen medidas como la de limitar la velocidad de automóviles, camiones y motos a 30 kilómetros por hora en la práctica totalidad de las calles de la villa y corte, que el 20% que se salva se puede considerar algo así como el regalo del IVA en un día de los de fiebre compradora. Al decir de los responsables de la limitación, se trata de "reducir los atropellos mortales y aumentar la seguridad vial", conjunción que anima a pensar que la seguridad no incluye por sí sola el seguir vivo. Lo que tampoco acaba de quedar claro es si las muertes por desesperación supondrán inseguridad añadida o simple anécdota porque, si los ciudadanos decidiesen obedecer las nuevas medidas, con los vehículos de Madrid circulando a 30 kilómetros por hora —20 en las calles con acera al mismo nivel de la calzada— el colapso va a ser histórico. Incluso en una ciudad ya de por sí colapsada gracias a las medidas municipales anteriores.

La ordenanza incluye cosas curiosas como el permiso que se da a los peatones para que crucen por donde les venga en gana, por los pasos de cebra o fuera de ellos, en determinos barrios céntricos. Qué lejos estamos de los tiempo del alcalde Massanet, el que prohibió a los peatones de Palma que cruzasen las calles sin ton ni son. Pero tanto en uno como en otro caso, el problema esencial es cómo se van a imponer las nomas impuestas. Es decir, el de los medios con los que Massanet en los años 50 o Carmena —la alcaldesa de Madrid— ahora mismo podrían trasladar la autoridad en resultado. Está claro que el sistema mejor que existe en todos los casos es el de poner multas a los infractores. Olvidémonos de los peatones despistados de los tiempos de la Falange Española, el partido de Massanet. ¿Tendrá Carmena guardias suficientes para vigilar el 80% de las calles de Madrid? Y si no es así y las multas se ponen un poco al azar, ¿para qué servirán? Como es obvio, para sanear las arcas municipales: toda medida consistente en sancionar tiene ese efecto milagroso. Lo que pasa es que si en el espíritu de la alcaldesa de Madrid está el lograr que los números rojos de la capital disminuyan, queda a su alcance una medida mucho más eficaz: bajarse el sueldo, que es el más alto de todos los municipios de España y, por cierto, un 28% superior al del propio presidente del Gobierno. La señora Carmena gana 102.100 euros al años: diez veces más que el salario mínimo vigente. El partido que la llevó a la alcaldía, Podemos, se comprometió hace un año a que sus cargos públicos sólo cobrarían tres veces ese salario mínimo. Ya sea en patinete, en moto, en automóvil o a pie, la señora Carmena debe dirigirse cuanto antes a la alcaldía y bajarse el sueldo con arreglo a a lo que se supone que es su obligación. La sugerencia se la doy gratis.

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