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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Ya está bien de chopinadas

Los admiradores de mis obras completas recordarán mi regocijo, ante la sentencia ejemplar que deshacía la patraña ancestral sobre la estancia de Chopin en Valldemossa. El trabajo in situ de una jueza, más allá de la exigencia de su cargo, confirmó la falsedad de la celda vendida tradicionalmente como la habitada por el compositor para crear sus Preludios. Mi opinión ha cambiado levemente. El veredicto judicial desnudó únicamente el lugar fraudulento que jamás pisó el polaco, pero mantiene en pie una sarta de mentiras incompatibles con una sociedad que no quiera tomarse a broma.

Ya está bien de Chopinadas. Antes de que un turista se descalabre en la Cartoixa por la alarmante falta de seguridad, y nos toque pagar la indemnización, la conselleria de Cultura ha de desenmascarar las imposturas pendientes sobre el músico polaco y su séquito. ¿Es lógico que un Govern y una Universitat carísimos no hayan efectuado aportación alguna para liquidar los engaños vigentes, y que solo una juez haya resuelto la mitad del fraude que le tocó en suerte? La administración ha de dejar de pagar con dinero público conciertos y certámenes ridículos, que solo sirven para que se solace en ellos Narcís Serra. Sí, el estupendo gestor que condujo a la quiebra una Caixa y ha sido llevado a juicio por cobrar salarios desproporcionados.

Solo aceptaré críticas a esta imprescindible operación de limpieza cultural por parte de quienes empiecen por declarar cuánto beneficio obtienen del enjuague. "Me llamo Pep Chopinín, y llevo cuarenta años viviendo del cabaré del polaco en Mallorca". No hace falta añadir que todo lo anterior no tiene nada que ver con Valldemossa, la villa amenazada por su propia belleza que presta su fama a la industria de las Chopinadas y no viceversa. Si no lo creen, basta trasladar el espectáculo a otro enclave, la justicia ya demostró que la primera fase del engaño se prolongó durante siglos.

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