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José Carlos Llop

Otros pensionistas

Este mes de octubre no tendremos premio Nobel de Literatura. Los escándalos en el seno de la Academia Sueca lo impiden. Se hace raro ver cómo se van desgranando los nobeles de Física, Medicina y otros, sabiendo que no va a haber premio de Literatura, ni sorpresa o críticas por el premiado, ni caprichos de los académicos, ni la satisfacción de los lectores, ni las tonterías de algunos presumiendo de su ignorancia al respecto. Como si la ignorancia fuera un objeto valioso. Pero sea cual sea la reacción es bueno ver cómo la literatura mueve algo más de lo que creemos los que nos dedicamos a ella. Salvo este año. Este año nos quedaremos con las ganas: no habrá nombre en boca de todos, ni compra apresurada de sus libros, ni artículos escritos a toda mecha ante la noticia de la una del mediodía. Y cómo me decía el escritor veneciano Roberto Ferrucci mientras nos partíamos de risa: "Pasaremos un octubre tranquilo tanto tú como yo; este año no hay peligro de que nos lo den y no tendremos que encerrarnos en casa los jueves esperando junto al teléfono la llamada del secretario de la Academia". Más risas y otra copa de vino.

La realidad es otra. La realidad es una sociedad -hablo de España ahora- donde la mayoría de escritores trabajan y han trabajado en otra cosa durante toda su vida para poder mantenerse. Una sociedad donde cuando alguien habla apasionadamente de un libro que le ha gustado, su interlocutor, en vez de salir corriendo a comprarlo, se lo pide prestado. Por eso cuando digo mantenerse me refiero a mantener su escritura, es decir, aquello que son (como dice Michon, todos los escritores se sitúan solos frente a la totalidad del ser). Porque la realidad en España es que cuando los escritores llegan a la edad de jubilación habiendo cotizado toda su vida laboral como profesores, funcionarios o lo que sea -en general trabajos grises- y habiendo pagado sus impuestos por eso y por sus ganancias de escritor, se encuentran que sólo pueden ganar con su escritura ocho mil euros al año. Ni uno más, so pena de que les rebajen la pensión o los multen, o ambas cosas a la vez.

Esta absurda situación ha provocado más de un socavón económico en varios colegas -también en Mallorca-, pero ningún gobierno la ha cambiado y eso que hay varios escritores afectados combatiendo por ello desde hace unos años. Y cuando se cuenta la cuestión a alguien ajeno al gremio -aunque apenas les importe- nadie puede creérselo y todo son objeciones a la cruda realidad: "Seguro que esto no es así". Pues así es. Uno puede tener diez pisos en alquiler, un despacho abierto, múltiples dividendos de la empresa familiar, lo que sea... y no por eso dejará de cobrar su pensión, la que le corresponde por derecho tras una vida laboral entera. Pero, ay, los escritores: por mucho que hayan cotizado como profesionales de otra cosa, como ganen más de ocho mil anuales por escribir o haber escrito, se la juegan. Es decir: que la ilusión final de que el tiempo sea suyo y no para ir a ver obras o jugar a la petanca, sino para continuar escribiendo, es una ilusión penalizada por el Estado. Que se resta además el IRPF que ingresaría dejando que los escritores ganaran más, o mucho más, de ocho mil al año.

Contaban los periódicos que Guido Ceronetti, en los últimos diez años de su vida, se había acogido a la Ley Bachelli, una ley por la cual los creadores italianos gozan de una bolsa de dieciocho mil euros anuales como compensación -austera, pero existente- por lo que han dado a su sociedad a lo largo de su vida. O sea que además de lo que ganen escribiendo, y derechos de autor o premios de esos que sólo se dan -si se dan- a la vejez, hay dieciocho mil euros del Estado italiano disponibles para el creador, ya mayor, que los solicite. Poco dinero, pero algo es algo, me dije mientras sonreía recordando que en España cuando se jubilan de la profesión que hayan tenido para mantenerse -apenas hay escritores que puedan vivir sólo de lo que escriben- no les es permitido ser lo que son y si se empeñan en serlo han de hacerlo prácticamente gratis. La razón de todo esto no hay quien la entienda. Llevamos varios años y tres gobiernos intentando que cambie, pero de momento nanay y suma y sigue: se vuelve a hablar de elecciones y nadie ha movido un dedo al respecto. La única novedad: que 2018 no tendrá Nobel de Literatura. Total…

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