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Jose Jaume

Los obispos absuelven a Franco

Ha sido el portavoz de la Conferencia Episcopal, J osé María Gil Tamayo, quien ha hecho saber que los señores obispos carecen de competencias sobre el destino que la venal familia del general Franco, sus codiciosos siete nietos y algún que otro bisnieto, especialmente el fantoche que se hace llamar duque de Anjou, al considerarse heredero de la inexistente corona de Francia, Luis Alfonso de Bobón Martínez-Bordiú, quieran darle a la momia del dictador. El portavoz proclama la anuencia a que sea sepultada en la cripta de la Almudena, aduciendo que la Iglesia "no puede negar a un cristiano" el enterramiento, puesto que, hete aquí la cínica pirueta eclesial, "los muertos no tienen carné político".

¿Desde cuándo? ¿Qué dogma eclesial establece que la ideología de una persona desaparece cuando pasa a la condición de difunta? Adolf Hitler se suicidó en el búnker de Berlín el 30 de abril de 1945. No consta que su malvada y desquiciada doctrina no le acompañe en el más allá. Por si acaso, sus cenizas fueron dispersadas. Stalin permitió respirar a sus conciudadanos el 5 de marzo de 1953. Está enterrado discretamente en las murallas del Kremlin. No abandonó su ideología al expirar en la dacha. Su ominosa sombra sigue cerniéndose sobre la Rusia de Putin. La marca ideológica del polaco Wojtyla, el papa Juan Pablo II, es, 13 años después de irse a la casa del Padre, suceso acaecido el 2 de abril de 2005, muy poderosa. Desde la otra orilla, canonizado por su Iglesia, enarbola su reaccionario credo.

¿Por qué el general Franco ha de verse despojado de los atributos ideológicos por el hecho de haberse extinguido sus funciones vitales el 20 de noviembre de 1975? Los Franco quieren a quien les procuró la fortuna de la que disfrutan, amasada a mansalva durante una larga y cruenta dictadura, en la cripta de la Almudena; la Iglesia católica española, la que bendijo su golpe de Estado definiéndolo como "cruzada", para después hacer entrar bajo palio en sus templos al dictador, al asesino que detentó la jefatura del Estado, no pondrá impedimentos. Un obispo de la posguerra afirmaba, al recibir al general victorioso en su catedral, que nunca había inciensado con tanto entusiasmo.

Sus eminencias e ilustrísimas no van a despojar a la momia de los atributos ideológicos que lo revistieron en vida: amigo de Hitler y Mussolini, dictador, genocida, asesino sin piedad hasta el fin de sus días. Esos despojos más que ideologizados son los que hallarán sepultura en la cripta de la catedral de la Almudena, templo de nulo valor artístico, que, por la gracia del anterior arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, acoge en su bóveda las delirantes pinturas del fundador del denominado "Camino neocatecumenal", los "Kikos", movimiento que junto a los Legionarios de Cristo y el Opus Dei constituyen la avanzada de la extrema derecha católica.

Gil Tamayo también recuerda que la Iglesia se encarga de "pedir por los difuntos". No lo hizo cuando el que va a ser sepultado en su cripta se encargó de sembrar de los mismos las cunetas de España. Calló cuando los fusilamientos sin instrucción de causa, como denunció Unamuno, enlutaron las Españas. Cómo va a negarse a recibir en tierra sagrada a uno de los suyos. A un cristiano que tildó de ejemplar.

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