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Antonio Papell

No al 155

La oposición conservadora, PP y Ciudadanos, visiblemente disconforme con las consecuencias de la moción de censura contra Rajoy que elevó a Sánchez a la presidencia del Gobierno, mantiene ahora la tesis de que es preciso recuperar con urgencia el artículo 155 de la Constitución, que ya se aplicó en una ocasión porque no había más remedio -el soberanismo se había lanzado a una peligrosa senda transgresora de la legalidad- y que en nada ha contribuido a resolver o allanar el conflicto. Es probable que tal ineficacia se deba a que las cosas se hicieron mal, ya que no se acertó ni en el momento de aplicar aquella medida excepcional ni en el contenido de la misma, que fue mal graduada por el Gobierno bajo la supervisión de Senado.

El artículo 155, muy semejante al 37 de la Constitución alemana, es un mecanismo típicamente federal de control que puede utilizar la Federación cuando uno de los entes federados se desvía del cauce marcado por las leyes. De hecho, el Gobierno Rajoy reaccionó después del referéndum ilegal del 1-O celebrado en el marco de una legislación claramente inconstitucional (las leyes de desconexión y del referéndum de septiembre) y el 27 de octubre, el mismo día en que la Generalitat lanzaba confusamente la declaración unilateral de independencia, se anunciaba la aplicación de la medida, que destituía a los miembros del poder ejecutivo y limitaba la capacidad de actuación del legislativo, entre otras actuaciones.

Tras la moción de censura exitosa de después, que prosperó gracias a los votos de los soberanistas, el nuevo gobierno ha decidido aplicar a Cataluña la política de "mano tendida", que consiste en intentar recuperar la relación y la confianza para promover una reforma estatutaria inserta en una reforma constitucional. En definitiva, al tiempo que se descarta absolutamente atender la demanda de reconocimiento del derecho de autodeterminación que se plasmaría en un imposible referéndum acordado, se ofrece una reforma del marco institucional, en línea con la llamada declaración socialista de Granada de 2013 que podría incluso evolucionar y adaptarse a la concreta situación actual. Esta oferta reformista, respetuosa con la carta magna, es la única que el gobierno, cualquier gobierno, puede efectuar a una comunidad autónoma que desee revisar su posición jurídico-política.

De momento, la respuesta del soberanismo está siendo ambigua y confusa (entre otras razones, por la creciente división de ese segmento ideológico), pero mantiene una constante reseñable: no se realizan actuaciones fuera de la ley que obliguen al Estado a responder y reaccionar. El discurso de Torra es inflamado, agresivo, hiriente, rompedor e incurre a veces en estridentes amenazas€, que sus propios socios se ocupan de desactivar. Pero no sólo no se transgrede la ley sino que han comenzado a funcionar las comisiones bilaterales Estado-Generalitat y fuentes de la administración catalana han anunciado que la comunidad autónoma comenzará a acudir también a los foros multilaterales. Algo se mueve, y en la dirección adecuada.

¿Estamos en el camino de la distensión? Es imposible saberlo, pero los demócratas tenemos la obligación de desearlo y la esperanza de conseguirlo porque estos conflictos sólo pueden ser abordados de dos maneras: mediante la confrontación a cara de perro, como hasta ahora, o a través de un inteligente proceso de diálogo y acuerdo que trascienda de las posiciones primarias. Acabamos de ver, por ejemplo, cómo en Québec la eterna cuestión nacionalista ha salido del primer plano del debate político, acuciada por otras urgencias más relevantes.

Quiere decirse, en fin, que no es sensato insistir en la aplicación "preventiva" del artículo 155, lo que cegaría como es obvio la otra solución, la paccionada, sin duda lenta y trabajosa pero en realidad la única que es capaz de aportar una solución constructiva a largo plazo. Es obvio, en todo caso, que el regreso a la excepcionalidad nunca debe descartarse del todo ya que constituye una tranquilizadora garantía de estabilidad del Estado de Derecho. Lo insensato sería anticiparse y cegar por tanto un camino que lleno de dificultades pero todavía abierto a quienes de momento han optado por transitarlo.

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