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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Santificando a Franco

Nunca hay sorpresas cuando a la Iglesia le toca tomar partido. Dispuesta a que una catedral albergue los restos del dictador, ayuda económicamente al excura pederasta de Can Picafort por humanidad.

Buena noticia, que la Iglesia de Mallorca incorpore una docena de mujeres a su cúpula. Un pequeño avance demostrativo de que la institución ha oído campanas sobre el cambio irreversible que está experimentando la sociedad. Las ha oído, aunque no sabe muy bien dónde ni qué expresan. No sería mala cosa que, además de poner la oreja en el mundo, cambiase la mirada sobre el dolor que muchos miembros del clero han causado a los más frágiles entre los frágiles, los niños. Una mirada femenina sobre el escándalo internacional de los curas pederastas nunca podría concluir en las palabras que hace un par de días pronunció el obispo de Mallorca Sebastià Taltavull en relación a la paga que la diócesis sigue entregando al excura condenado por abusar de una niña en Can Picafort mientras está en la cárcel. "Si una persona se está rehabilitando hay que ayudarla, no condenarla", afirmó pidiendo "seriedad". Por cosas como ésta nunca marco la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta. A veces, cuando veo la publicidad de Cáritas y otras entidades que velan por los desdichados estoy a punto de hacerlo. Pero no. En lo que pueda, no quiero que diez céntimos extras de mi trabajo vayan al bolsillo del exsacerdote Pere Barceló, que si mostró algún arrepentimiento por su execrable comportamiento debió ser ante su confesor, que no en el juicio; no deseo aliviarle la estancia entre rejas, bastante le rebajó la fiscalía la petición de pena. Sufragamos el sistema penitenciario para reinsertar a delincuentes cuyo comportamiento repugna, ya es suficiente. El Estado se encarga de él porque es su obligación, la Iglesia no le abandona porque no quiere. Durante muchos años dejó de lado a las miles de pequeñas víctimas del peor pecado, silenciándolas y amedrentándolas. Ojalá hubiese demostrado la misericordia y la humanidad que ahora le sobra para con el abusador. Se siente su familia, no la de la niña violada.

La Iglesia católica protege a las peores versiones de los suyos, y si puede las ensalza. El arzobispo de Madrid no ve ninguna pega para que Francisco Franco sea enterrado en la catedral de la Almudena cuando se le exhume del Valle de los Caídos: "Haré lo que me pida la familia", dijo Carlos Osoro. Los allegados del dictador poseen allí sepulturas en una cripta donde se encuentra su única hija fallecida hace nueve meses, pero no nos engañemos, bastaría una negativa de la diócesis para cerrar una salida con honores para el infausto caudillo. Sería una genialidad que el Gobierno sacara sus restos de la quinta puñeta para llevarlos a un espacio bien céntrico, en pleno circuito histórico, para que las visitas y peregrinaciones de ultraderechistas se multipliquen exponencialmente. La única gentrificación inversa tiene que beneficiar a los Franco, qué cosas. Las leyes eclesiásticas prohíben desde 1983 que los templos alberguen cadáveres, salvo los de papas, cardenaes y obispos. Dicha norma vaticana se saltó a la torera en diciembre para sepultar a Carmen Franco, y volverá a transformarse en papel mojado en lo que concierne a su padre. El generalísimo en la catedral madrileña resultará un excelente reclamo turístico. Lo mismo podría la Iglesia cobrar por visitar su última morada. Nuevos ingresos para pagar tantos gastos, incluida la nómina del excura pederasta de Can Picafort.

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