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Pedagogía judicial

El Tribunal Supremo, vértice de la pirámide jurisdiccional española, tiene como es evidente una función pedagógica que delimita el marco ético en que deben desenvolverse las instituciones. Por esto es sorprendente y desolador que, como por otra parte era previsible, el grave escándalo de los másteres de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) se haya desvanecido precisamente cuando ha llegado al ámbito más elevado del sistema judicial. El esfuerzo de los jueces de primeras instancias para conseguir que la inmoralidad cometida no quedará impune se ha visto desmontado por la cúpula del establishment judicial, formada por quienes, según se ve, están ahí para proteger a las clases privilegiadas del afán justiciero de las gentes de a pie.

Ya no es cosa de discernir el alcance penal de lo ocurrido: lo grave es que el Supremo haya sido el salvavidas de una institución en decadencia que cátedros corruptos han utilizado para halagar fraudulentamente a las elites conservadoras, hasta el extremo de que al juez Carmen Rodríguez Medel, que condujo las primeras investigaciones y se ha visto claramente desairada, ha terminado ironizando sobre el alivio que supone para el trabajo judicial la manga ancha que aplican sus superiores. El comentario que merecen estos hechos lo recogía ayer un medio de comunicación de boca de una alumna atónita de la URJC: "es de risa, digan los que digan los tribunales".

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