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Joaquín Rábago

360 Grados

Joaquín Rábago

Crispación

El clima político se está haciendo cada vez más irrespirable en este país. Y algunos medios tienen por desgracia buena parte de responsabilidad en ello. Hay periódicos que se pretenden serios y que, más que informar o reflexionar sobre lo que sucede, no hacen sino añadir irresponsablemente más leña al fuego. Uno no tiene más que mirar a veces ciertas portadas con titulares que, en lugar de información, parecen columnas de opinión. Allí se editorializa hasta en los pies de foto.

No es que a estas alturas de la vida y con tantos años de profesión, uno vaya a creerse a pie juntillas eso que dijo el fundador de The Guardian, el liberal C.P. Scott, de que "los hechos son sagrados; los comentarios, libres". Cualquier periodista con la mínima experiencia sabe que se puede opinar o incluso manipular, ateniéndose estrictamente a los hechos. Basta la selección que uno haga del caudal informativo, el silenciamiento de lo que no interesa que se sepa o la prioridad y el espacio que uno dedique a unas noticias u otras. De eso sabían mucho sin duda los anteriores responsables de nuestra televisión pública, a los que ahora algunos tratan ahora de convertir en víctimas de supuestas purgas del nuevo equipo. Sin entrar de momento a valorar esta nueva etapa, que es además provisional, resulta indignante que quienes nunca se quejaron antes de la grosera manipulación de TV1 pongan ahora el grito en el cielo. ¿Con qué autoridad moral? Y para completar el panorama, tenemos también ciertas tertulias o programas de debate de emisoras de radio o televisión privadas que producen o deberían al menos producir sonrojo.

Programas en los que participan a todas horas los mismos personajes, muchas veces directores de medios impresos o digitales que curiosamente parecen tener tiempo para todo. Son programas en los que la mayoría grita y pocos escuchan y en el que pretende tener razón quien más vocifera e interrumpe al contrario. Más que debates, esos programas son como el equivalente verbal de la lucha libre americana, ésa en la que, con tal de ganar, caben todo tipo de trampas y juego sucio. Se trata sólo de divertir a la audiencia y captar de paso la máxima publicidad. ¡Así nos va!

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