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Matías Vallés

Llegan los primeros macrones

Siguiendo los pasos de Emmanuel, otros manueles como Valls o Carmena pretenden asaltar los cielos de las grandes capitales sin demasiada ayuda de sus amigos

Los candidatos guerrilleros siempre fueron una alternativa a contemplar en un país individualista, que prefiere la anarquía a los uniformes. Los primeros macrones están llegando a la política española, una copia que no plagio del singular Emmanuel Macron, porque el cambio siempre procede del otro lado de los Pirineos. En la senda del mesías francés según su propio nombre indica, otros manueles como Manuel Valls o Manuela Carmena pretenden asaltar los cielos de las grandes capitales, sin demasiada ayuda de sus amigos. Y sin siglas contagiosas.

Valls y Carmena vuelan solos, no en bandada, en las dos circunscripciones más significativas de la geografía. La espontaneidad que no ingenuidad de los veteranos candidatos demuestra que los criterios han desaparecido. La medicina se basa en la evidencia, la política solo atiende a la victoria. Para garantizarla, resulta imprescindible sentirse a disgusto en los partidos tradicionales, aunque cobijen teóricamente al aspirante. Tiene mérito haber rellenado dos párrafos de un artículo sobre candidatos salvajes sin haber citado a Donald Trump. Hace una década, el magnate le pedía consejo a su amigo Bill Clinton para presentarse a la Casa Blanca desde las filas Demócratas.

No puede despacharse a Valls y Carmena desde el menosprecio a las elecciones municipales. Ante el descrédito de los países, el consenso intelectual establece que se avecina un planeta neomedieval, de grandes urbes. El grado de reconocimiento global de Madrid, y sobre todo de Barcelona, supera con mucho a la identificación de la marca España. Por supuesto, todas las geografías citadas palidecen frente al carisma de Ibiza, pero este prestigio no se asienta sobre pretensiones de poder, sino desde el imperio de la fiesta. Las figuras de Boris Johnson como alcalde de Londres, de Rudy Giuliani en Nueva York y de la asaeteada Anne Hidalgo en París refuerzan el peso de la flexible malla urbana frente a las fronteras de solidez inelástica. El eslogan de Valls, "Barcelona, capital europea", remite a una supranacionalidad que abrazaría la alcaldesa madrileña, pese al aparente abismo ideológico entre ambos.

Por otra parte, quién puede asegurar que Carmena y Valls piensan conformarse con una alcaldía, por deslumbrante que sea. Si el antiguo presidente del gobierno francés culmina con éxito su instalación en la plaza barcelonesa de Sant Jaume, no cabe descartar que amplíe el foco para disputarle la candidatura a La Moncloa al decepcionante Rivera, que siempre obtiene la mitad de los escaños que le asignaban las encuestas. A Ciudadanos le sobran los motivos para sospechar de un candidato más próximo de Maragall el bueno que de Inés Arrimadas. No es de extrañar que los pata negra del partido emergente celebraran la presentación de la candidatura mediante gélidos tuits a distancia. Y también la actual alcaldesa madrileña puede cultivar las aspiraciones presidenciales, que vieron frustradas dos antecesores tan dispares como Tierno Galván o Esperanza Aguirre. Los gerontófobos deberán recordar que las candidaturas aleatorias no tienen edad, o que prefieren la madurez. Bernie Sanders o James Corbyn, por citar a otros dos díscolos, no han agotado unas aspiraciones que culminarían ya octogenarios.

Por si acaso, tanto a Rivera como al propio Pedro Sánchez les conviene anticipar las elecciones generales, antes de que los macrones evidentes o hipotéticos les arrebaten el protagonismo sin uncirse al yugo de las siglas. Los movimientos generan sus propias leyes, por lo que no se repara demasiado en que la evolución de Macron o Trump demuestra que las asociaciones espontáneas de electores son más oscuras y oscurantistas que la partitocracia. Es una cuestión insignificante, porque no se trata de una búsqueda racional sino profética. La medicina tradicional blasfema contra la farsa de los tratamientos alternativos, pero evita plantearse a qué se debe el auge de su caricatura. En la simetría política, muy grande ha de ser la desconfianza hacia los partidos, para que cualquier parlanchín sin estructura les arrebate el voto masivo de sus irreductibles.

Una vez asimilados Carmena y Valls, cabe determinar si ofrecen un precedente o una conclusión. En la estela de los primeros líderes municipales multiplataforma, sin sello específico, destacan campeones de las audiencias televisivas como Jorge Javier Vázquez o el cántabro Miguel Ángel Revilla. Ambos despiertan al país de la somnolencia del salón. La tentación de descartarlos, por frívolos o insuficientemente preparados, obliga a adjuntar que estos tabúes coinciden con los esgrimidos para descartar a otro campeón de la televisión basura. En efecto, de nuevo Trump.

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