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Esgrima mejor que boxeo

Corría el 30 de julio de 1931 cuando el filósofo José Ortega y Gasset pronunció una celebrada frase ante las Cortes Constituyentes: "Hay tres cosas que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí". Sutil manera la suya de explicar que en el recinto de representación de la sacra voluntad popular no caben las arias de opereta, las bufonadas y los arranques cerriles.

Cuando restan apenas nueve meses para los próximos comicios locales y regionales y mientras los partidos políticos empeñan su tiempo en la designación de candidatos proceso que, en algunos casos, conlleva más preocupaciones que un parto con fórceps vamos a presenciar en parlamentos y salones de plenos trifulcas de pésima estofa, puñaladas traperas de vocabulario cachicuerno y enganchadas de nefasta catadura. Esperemos que no llegue la sangre de la maledicencia al río de las lamentaciones. El mismo Ortega dejó escrito que gobernar no es cuestión de puños, sino de posaderas. Los ciudadanos asistimos perplejos a un permanente frontón donde, en cualquier escenario político, Gobierno y oposición se enzarzan en combates de full contact, a codazos y a puntapiés, o en reyertas de filo de navaja.

Los ciudadanos desconfían de aquellos que confunden la política con el boxeo. Sería admisible si acaso la esgrima de salón, que debiera practicarse en las instituciones públicas con el florete de la palabra; pero hasta de ese deporte de caballeros nos hallamos huérfanos: cuánto se echa de menos una sesión plenaria donde la dialéctica sea inteligente e ingeniosa, incisiva y punzante. Donde salga por boca de cada cual algo más que espuma. Pero en este país ya no quedan Ortegas. Ni Gassets.

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