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Habitar poéticamente

Habitar un lugar no es cualquier cosa. Eso que llamamos hogar y que, por desgracia, suena a revista de decoración, precisa de una visión inteligente y sensible, que aúne funcionalidad y estética. De hecho, dos conceptos que ningún arquitecto debería olvidar. Según el arquitecto finlandés, Juhani Pallasmaa, la arquitectura corre el peligro de convertirse en una disciplina ajena al sentir de las personas que van a habitar su edificio. Una arquitectura sin empatía, inmersa en un autismo autocomplaciente. El peligro de pretender ser a todas horas genial desemboca en la mera exhibición, en un narcisismo grandilocuente y, no en pocas ocasiones, en la aberración. Sin duda, uno puede habitar poéticamente en una habitación de seis metros cuadrados. Por supuesto, no vamos a esperar que sea el arquitecto o interiorista de turno quien nos haga el trabajo.

Juhani Pallasmaa afirma que, tal vez, sean los escritores y los cineastas, en definitiva, los artistas quienes capten con más profundidad y sutileza lo que significa habitar un lugar, mucho más que los profesionales del ramo, es decir, los arquitectos. Algunos solemos poetizar los lugares más inhóspitos o estrictamente funcionales, como son las gélidas habitaciones de los moteles o de ciertos hoteles, una ausencia de gracia que solemos contrarrestar con literatura, cine o pintura. Vivir en una habitación Hopper o en un cuartucho digno del harapiento y poco higiénico Paul Leautaud, es un asunto estrictamente estético y literario. El arquitecto finlandés sigue teorizando sobre lo que para él es el hogar. Y el hogar no es un simple cubículo exento de recuerdos y deseos, imágenes bellas o aterradoras. El hogar necesita, para serlo, una cierta continuidad y que el tiempo y los rituales diarios de sus habitantes vayan dejando su pátina.

Ahora bien, si uno lee a Pla o a Camba, descubrirá las excelencias de una vida de hoteles o pensiones. De hecho, el escritor gallego vivió durante quince años en la habitación 383 del Hotel Palace de Madrid. Y el escritor ampurdanés narra con gracia y minucia sus horas de escritura y ensoñación en uno de esos cuartos parisinos, unos espacios sórdidos y de escasa oxigenación a los que, sin embargo, la habilidad literaria transforma en lugares la mar de apetecibles. Una vida sólo apta para solitarios y con un temperamento especial, ésa de vivir en hoteles o pensiones. Lugares, eso sí, muy propicios para la escritura. Habitar poéticamente puede hacerse, sin duda, en los espacios más asépticos. Se trata de extraer petróleo y oro de sitios aparentemente estériles. Para eso nos sirve la literatura, para convertir lo en principio anodino y carente de gracia en una recreación digna de ser reflejada en un cuaderno o en una pantalla.

Juhani Pallasmaa acaba diciendo que el hogar no puede convertirse en una mercancía comercializable. Un purismo que roza la sacralización de la casa. En fin, que con nuestra casa -esa casa que consideramos "nuestra casa"- no se juega y, por supuesto, no puede ser carne de mercadeo. Una casa necesita ser experimentada por su habitante, con sus defectos, sus miedos y sus manías y extravagancias. Nada que ver con esos interiores modélicos, que parecen recién extraídos de una de esas revistas de arte y decoración. La estética de un hogar se trabaja y lleva años dejar poso y huella.

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