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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

El eterno retorno

Coincidí en el ascensor con los vecinos del ático, un matrimonio de gordos. En los primeros años solo era gordo él, pero ella fue poco a poco persiguiéndolo hasta darle alcance. Dos meses después lo había adelantado. Él engordó entonces un poco más. Parecían don corredores en el esprín final, ya a punto de alcanzar la meta de la gordura absoluta. Esto fue hace años, cuando me trasladé a ese edificio de apartamentos. Como teníamos horarios distintos, nos veíamos poco, pero creo que nos caíamos bien. Estoy seguro de que más de una vez estuvieron a punto de invitarme a su ático, desde el que se disfrutaba de unas vistas espectaculares, para cenar o tomar algo. Ignoro a qué se dedicaban, pero tomaban siempre juntos el ascensor, cuya capacidad máxima era de cinco personas. Cuando iban ellos, solo cabía una más si era delgada, como yo.

Aquel día, en el ascensor, subiendo, parecían radiantes, como si vinieran de una fiesta y aún les duraran los efectos del alcohol. Me dijeron que iban a adelgazar. Quizá, pues, venían del endocrino. Sonreí amablemente y les deseé suerte. Empezó a perder peso él, pero ella espabiló enseguida y le sacó cuatro o cinco quilos. Cuatro o cinco quilos de menos. Emprendieron de nuevo una carrera loca, como cuando engordaban, ahora hacia la meta contraria. Cuando ellos iban en el ascensor, cabíamos seis. Ella se arregló los trajes, o se compró unos nuevos, no tengo ni idea, pero él seguía con las camisas y las chaquetas de siempre, en cuyo interior, más que moverse, su esqueleto bailaba. Llegados a este punto, se divorciaron y abandonaron el ático, primero ella y, a las pocas semanas, él.

Ayer los encontré en un restaurante, compartiendo una costilla de ternera de Ávila que se salía de la fuente. Habían engordado otra vez, él más que ella. Me acerqué a saludarlos y se mostraron muy efusivos. Me dijeron que habían estado en el endocrino y que iban a adelgazar. Después de aquella cena, claro. Les deseé suerte, pero llevaban escrito en la cara que la pérdida de peso los conduciría de nuevo a la separación y que, desde la separación, se lanzarían una vez más a la obesidad, donde sin duda volverían a encontrarse. Curiosa versión del eterno retorno.

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