Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Conspiración vaticana

Hablan los medios de todo el mundo de una conspiración vaticana contra el primer vicario de Cristo en llegar del otro hemisferio: el argentino Jorge Mario Bergoglio. No es una novedad: desde poco después de su llegada al Vaticano tras la sorprendente renuncia del alemán Ratzinger se viene hablando de oscuras maniobras contra su persona. En el centro de esa conspiración parece estar un arzobispo y ex nuncio en Washington, del que se dice que está resentido, entre otras cosas, porque no consiguió el capelo cardenalicio que ambicionaba. Ese prelado, que mintió en su día para no ser enviado a Washington como nuncio, maneja una gran cantidad de información, dado que ocupó puestos relevantes en la jerarquía vaticana, entre ellos en la secretaría de Estado.

Al anterior papa le estalló ya el escándalo de las decenas de miles de casos de pederastia y abusos sexuales cometidos en distintos países por el clero, y mucho de eso tuvo que ver con su inesperada dimisión. Su sucesor se ha visto obligado a lidiar como ninguno de sus predecesores con ese escándalo, que está siendo aprovechado supuestamente por los círculos más reaccionarios de la Iglesia católica, en especial la estadounidense, para obligar a Bergoglio, considerado demasiado progresista en temas sociales y acusado incluso por algunos de marxista, siga el mismo camino que Ratzinger. Tal vez la única forma aceptable de afrontar tan gravísimo problema como es el abuso de menores sea el de la Iglesia católica australiana: su reconocimiento sin tapujos. El arzobispo de Sydney, Anthony Fisher, reconoció en una confesión pública no sólo la insensibilidad, sino la total falta de compasión mostrada por la Iglesia católica para con las víctimas.

Fisher es uno de los cinco arzobispos que tuvieron que testificar ante la Comisión Real australiana para el esclarecimiento de los innumerables abusos registrados en escuelas, internados, clubes deportivos e iglesias. El resultado de las investigaciones de la comisión, dado a conocer a finales del año pasado, resultó demoledor. Más de 2.550 denuncias ante la policía, 230 querellas criminales presentadas y un total de 60.000 víctimas con derecho a indemnización. La Conferencia Episcopal australiana, que aceptó, sin plantear ninguna objeción, el informe final de la Comisión, se declaró dispuesto a pagar millones de dólares en indemnizaciones: hasta 150.000 dólares por víctima. Entre las recomendaciones que los obispos australianos han dirigido mientras tanto al Vaticano está la de hacer públicos los criterios para la elección de obispos y abrir ésta a la participación de los seglares.

Igualmente reclaman que se modifique el derecho canónico de tal forma que el abuso de menores deje de ser sólo pecado para ser tratado como lo que es: un gravísimo delito. Al mismo tiempo proponen que tales delitos no prescriban, que no se destruyan las actas y que se ponga fin al celibato obligatorio para convertirlo sólo en voluntario. Un problema que habrá sin duda que resolver es el que presenta el secreto de confesión, que está detrás de la impunidad de muchos de esos abusadores bajo la fórmula de ego te absolvo. Está la propuesta de algunos jesuitas alemanes, entre ellos Hans Zollner, de la comisión papal para la protección de la infancia, según la cual si alguien confiesa haber abusado de un menor, su confesor debería tratar de convencerle de que se inculpe. Y de negarse aquél a hacerlo, debería a su vez denegarle la absolución. ¡Menuda papeleta la que tiene en estos momentos el Papa argentino! No es de extrañar que algunos analistas de las cosas vaticanas le recomienden hacer lo que hizo su predecesor Juan XXIII: a saber, convocar un nuevo Concilio Ecuménico para derrotar a los sectores de una curia que quieren por encima de todo defender sus privilegios.

Compartir el artículo

stats