Joan Tardá, el diputado y portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, es un personaje simpático de voz tonante que en ocasiones utiliza un tono energuménico en sus intervenciones pero que posee cualidades humanas reconocidas por sus compañeros parlamentarios y por los periodistas que cubren el Congreso. Ha provocado sonoros aunque incruentos incidentes y mantenido acaloradas discusiones con casi todo el mundo, pero su personalidad recalcitrante mantiene cierta coherencia interna y un fondo de bonhomía. Y en los últimos tiempos, Tardá se ha caracterizado por algunas lacónicas manifestaciones que han oxigenado el conflicto catalán y que pueden resumirse en la última de ellas, emitida en los pasillos de la Cámara Baja: "Si hay algún independentista ingenuo o estúpido que quiere imponer la independencia sin tener en cuenta al 50% que no es independentista es evidente que está absolutamente equivocado". El aserto se produjo poco después de que Torra asegurara que no se quedaría por detrás de Puigdemont en audacia a la hora de defender el independentismo. Si todo el soberanismo catalán pensara realmente de este modo, que muy probablemente revela actualmente la manera de pensar del encarcelado Junqueras, no se habría llegado a los extremos en que nos encontramos. Quizá haya tiempo todavía de rectificar. Y no en los pasillos del Congreso sino en el Parlament de Cataluña.
