El pasado mes de julio causó conmoción la noticia del asesinato de una pareja de ciclistas norteamericana en Tayikistán. Un grupo de fanáticos los arrolló intencionadamente con un coche para luego rematarlos a cuchilladas.

Venían realizando un proyecto de viaje por sitios exóticos y solitarios. Lo que en la jerga de los esquiadores se llama "esquiar fuera de pista".

Lamentablemente no es infrecuente que viajes por países inseguros, con estados fallidos, poblaciones con grandes carencias y brotes de fanatismo religioso o conflictos armados sean escenario de tragedias como esta en las que un viajero indefenso es robado, secuestrado o matado.

¿Que lleva a alguien, como la pareja de ciclistas, que teniendo la suerte de vivir en uno de pocos lugares comparativamente seguros del mundo decidan hacer miles de kilómetros en busca de lo exótico y diferente, tomando tan alto riesgo?

En un reportaje que había hecho New York Times sobre los motivos de la pareja de ciclistas para lanzarse a semejante viaje, Jay Austin dijo "Hay magia allá afuera, en este mundo grandioso, enorme y bello". Tanto él como su novia renunciaron a sus estables vidas y bien retribuidos trabajos, enviaron sus bicicletas a África y se lanzaron al viaje. Tras su asesinato los comentarios en los medios han polemizado sobre el grado de temeridad, romanticismo o ingenuidad de la pareja. Por ejemplo, la revista de habla inglesa Pluralist los describió con ironía como jóvenes millenials idealistas que querían demostrar que el ser humano es bueno y se adentraron en territorio del Estado Islámico. Otros medios han defendido que su proyecto no era insensato. Lo cierto es que su proyecto buscaba el contraste entre el "mundo aburrido y seguro" y "la magia allá afuera".

Aunque sin un final tan catastrófico, son muchos los occidentales que viviendo en contextos básicamente seguros hacen viajes hacia entornos de riesgo y precariedad.

Un componente psicológico de este comportamiento es el carácter del deseo humano que por el hecho de aspirar a un objeto inexistente es insaciable y necesita una constante búsqueda de lo novedoso, lo que no se tiene.

Una clara diferencia entre deseo y necesidad lo demuestra el hecho de que son las más descarnadas necesidades de supervivencia las que llevan a los desesperados migrantes que se agolpan en nuestras fronteras empujados por el hambre y la precariedad, mientras que la motivación de muchos occidentales se genera por las fantasías e idealizaciones de sus deseos.

Una prueba sorprendente de la existencia de este mecanismo psicológico es que se lo encuentra como causa en aspectos muy diferentes de la vida, como el consumismo y la infidelidad.

Los psicólogos nos enfrentamos con frecuencia a los conflictos derivados de episodios de infidelidad que no están motivados por carencias ni insatisfacción sino por la búsqueda de contraste y novedad. Con frecuencia el que es infiel a su pareja estable busca el contraste entre la certeza y la incertidumbre, lo legal y la transgresión, la seguridad y el riesgo, lo previsible y el vértigo de lo desconocido... como un viaje a lo exótico.

Prueba de lo universal de este fenómeno es que los zoólogos lo han encontrado repetidamente en otras especies, donde lo llaman "efecto Coolidge" como referencia a una anécdota que se atribuye a ese presidente de Estados Unidos. La anécdota describe que en una visita del matrimonio a una granja experimental al presidente y a la Sra. Coolidge se les estaba mostrando la granja por separado. Cuando la Sra. Coolidge accedió al área de las gallinas, advirtió que uno de los gallos se apareaba con mucha frecuencia. Al preguntar al encargado por la frecuencia de los apareamientos, este respondió "docenas de veces al día". La Señora dijo: "cuénteselo al Presidente". Tras habérselo comentado Coolidge preguntó "¿Con la misma gallina cada vez?" "O no Sr. Presidente, con una distinta cada vez". "Cuénteselo a la Sra. Coolidge".

No deja de ser sorprendente que esta curiosa condición del deseo, el ser insaciable, impulse a asumir riesgos tanto a viajeros de aventura como a amantes infieles.

Como por definición, una idealización no puede saciarse, la transferencia de idealizaciones ha de saltar de un objeto a otro.

Desde que la langosta se transformó en plato caro el refranero popular acuñó una expresión "comer langosta cada día cansa".

Por eso, los arrojados turistas que han sobrevivido y están regresando de sus exóticos viajes, seguramente no tardarán en concebir otros... tentando a la suerte.

* Psicólogo clínico