Diario de Mallorca

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Por fin un debate serio en España, más allá del permanente espectáculo soberanista de saltimbanquis. El asunto va de cambiar de hora (o no), cuestión sobre la que Europa ha decidido pronunciarse. Y ya que son muy pocas las oportunidades de ver a la Unión decidiendo algo, es cosa de prestar atención.

En realidad, cuando se habla de la hora en la que uno vive aparecen dos distintas: la oficial, que es la que cuenta, y la solar, que conduce nuestros biorritmos. En nuestro país no coinciden nunca y, así, durante el verano el mediodía del reloj corresponde a las diez de la mañana del sol en el firmamento. Siendo así, tratándose de una convención, cabría aprovechar que discutimos lo de la hora para decidirnos a poner la misma en todo el mundo. La del meridiano de Greenwich, por ejemplo. Los marinos, los aviadores, los militares y no sé yo si los ferroviarios también siguen a menudo la llamada hora Z, que es la de Greenwich, y si estuviese vigente en el planeta entero se evitarían muchas dudas e inconvenientes. Bajo la fórmula de 24 horas, las 12 sería la misma hora para todos, con la salvedad de que si para británicos y españoles coincidiría con el mediodía real a las 12h los californianos estarían acostándose, los japoneses a punto de cenar y los rusos durmiendo la siesta, si es que lo hacen. Los japoneses aficionados a lo que nuestro último premio Nobel de literatura llamaba "el yoga ibérico", dormirían la siesta a eso de las 23h.

Como semejante, utopía, por racional que sea, no va a darse, seguiremos con el asunto de mantener la misma hora a lo largo del año eligiendo, por lo que hace a nuestro país, entre la veraniega y la invernal. Las ventajas y los inconvenientes, a los que se refería ayer un reportaje en este diario, no dejan claro que haya una opción mejor, así que se trata de los gustos personales. Yo prefiero el horario de verano porque anochecería a lo largo de todo el año cuando los relojes marcan una hora más y parece como si el día se alargase. Aquí somos muy dados a hacer las cosas tirando a tarde, con lo que el horario veraniego nos cuadra mejor. Y ni que decir tiene que los turistas adoran las horas locas a las que vivimos, amén de mantenerse (los centroeuropeos) con el horario de sus casas. Los entendidos dicen que la hora menos del invierno es beneficiosa para la conciliación entre jornada laboral y vida familiar pero mucho me temo que para lograr eso iban a tener que cambiar muchas cosas, comenzando por eliminar la jornada partida.

Sea como fuere, da la impresión de que ante un asunto de tanta importancia lo suyo sería preguntar a los ciudadanos qué opinan. Pero no; se ve que hay que ser suizo para que le dejen a uno expresarse. El Gobierno del señor Sánchez ha decidido, cómo no, crear una comisión de expertos para que decida. Aviados estamos.

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