La televisión autonómica fue perpetrada en 2004 por Jaume Matas con un objetivo: ganar las elecciones de 2007. Las perdió. En estos 14 años de vida, IB3 no ha alcanzado las metas que se propuso. Podían ser aspiraciones públicas -vertebrar la sociedad, promocionar la lengua catalana, divulgar la cultura isleña...- o inconfesables -ser un instrumento de propaganda del partido en el poder-, pero ni unas ni otras se han alcanzado.

Cuando ha gobernado la derecha ha obviado el objetivo de divulgación de la lengua catalana propia de Balears. Matas decidió utilizar la cadena para pagar a periodistas que ayudasen a divulgar su imagen en Madrid. El caso de Carlos Dávila fue paradigmático. Su desprecio a quien le pagaba, muy bien por cierto, le llevó a recriminar a Rafel Bosch, que fue conseller de Educación con José Ramon Bauzá, que no utilizara el español en una entrevista.

La llegada del exalcalde de Marratxí al Consolat de la Mar supuso el traslado de sus obsesiones lingüísticas a la televisión autonómica. Desde obligar a pronunciar su nombre y apellido en castellano hasta emitir todas las películas en la lengua de Cervantes -para nada importaba que se pudiesen ver en este idioma por el resto de cadenas públicas y privadas- hasta regular la utilización del artículo salat o literario según la posición, sentado o de pie, del periodista o según la sección, todo se encaminaba a presentar la lengua catalana como un idioma de segunda división.

IB3 no sirvió a Matas para ganar las elecciones, pero tampoco ayudó a Francesc Antich ni a Bauzá. Ni a Unió Mallorquina, que asumió el control de la cadena en el periodo comprendido entre 2007 y 2011. Todos los partidos con mando en el canal han sido desalojados del poder en los siguientes comicios.

Las cosas no mejoran cuando gobierna la izquierda. La derecha convierte a IB3 en un sinsentido porque desvirtúa sus objetivos. Los partidos progresistas están logrando que sea una cadena inútil porque casi nadie la ve, y no es que en anteriores legislaturas las masas se volvieran locas por apretar el botón del mando que da acceso a su programación.

El primer año completo que se midieron las audiencias de IB3 fue 2007, logró congregar una media del 6,6% de los espectadores. Curiosamente estamos hablando de un periodo en el que se produjo un cambio de Govern: medio año del PP y medio del Pacto de Progreso. Desde entonces la cuesta abajo ha sido continuada. Un 5,5% en 2010, un 6,3% dos años después, un 5,4% en el último ejercicio de Bauzá. La debacle se ha acentuado desde 2015. Un 2,7% en 2017 y un 2,6% en julio de este año, último dato disponible.

Es cierto que las audiencias y las plataformas se han dividido. Los jóvenes andan más pegados al ordenador o al móvil que a la pantalla del televisor. Sin embargo, una comparación con el resto de canales autonómicos demuestra que el desastre de IB3 es mucho más acentuado. La catalana TV3 cerró 2017 con una audiencia del 13%; la televisión gallega acabó en el 12%; Canal Sur, en el 9% y la denostada Telemadrid duplica el porcentaje de la balear.

¿Significa que los programas de IB3 son peores? De todo hay en la viña del Señor. Bueno y malo. Pero es evidente que el modelo no funciona y que resulta imprescindible debatir sobre el futuro de un canal público que tiene cero espectadores en varias franjas de su programación.