El brexit está a siete meses vista y ninguna institución pública de Balears está ocupada o preocupada por un asunto que tendrá una gran incidencia en la economía insular. La fecha clave es el 29 de marzo de 2019. Ni la presidenta del Govern, Francina Armengol, ni la consellera de Turismo, Bel Busquets, ni la de Hacienda, Catalina Cladera, han explicado cuáles pueden ser las consecuencias ni qué medidas se pueden tomar, dependiendo del grado de virulencia con que se produzca la ruptura entre la Unión Europea y el Reino Unido.

Es cierto que nos encontramos en un momento de negociación entre Bruselas y Londres. Incluso los Estados se encuentran en una posición discreta. Sin embargo, ante el fantasmagórico efecto 2000, ese cambio del año en que los ordenadores generarían un gran caos, el Govern creó un gabinete de crisis y Joan Mesquida, entonces socialista y hoy de Ciudadanos, estuvo de guardia la nochevieja de 1999. Tampoco sabemos cómo se producirá el divorcio. Se habla de brexit blando, duro y oculto (este último supondría una especie de aplazamiento). Sin embargo, las consecuencias ya se notan en las islas.

Son Sant Joan tuvo en el mes de julio más de cuatro millones de pasajeros. De ellos, 867.823 fueron británicos. Después de los alemanes, representan la segunda nacionalidad que más utiliza el aeropuerto palmesano. Sin embargo, se produjo una disminución del 6,6% con respecto al mismo periodo del año anterior. Cuando a principios de año se celebró la feria World Travel Market ya se alertó sobre una caída de las reservas del 3%.

La libra se ha devaluado con respecto al euro y, por si fuera poco, la lira turca está por los suelos. Viajar a las playas de Antalía, la región turística del país otomano, sale baratísimo.

Incluso sin esta circunstancia monetaria, resulta lógico que el mercado británico se retraiga. ¿Quién tiene ganas de viajar si su gobierno le describe un negro panorama a corto plazo? El ministro británico del brexit, Dominic Raab, acaba de publicar una lista de problemas que azotarán a los británicos si se produce una salida de la UE sin acuerdo. Van desde la falta de medicamentos hasta problemas para operar con tarjetas de crédito desde el extranjero. Es lógico que miles de potenciales turistas consideren que conviene esperar a que el panorama se aclare antes de gastar sus libras en un viaje.

En el archipiélago residen oficialmente más de 17.000 británicos. Son los inscritos en el padrón. La realidad puede duplicar la cifra. Miles de ellos no se dan de alta por razones fiscales, sentimentales o porque no les ofrece ninguna ventaja atractiva. Entre esta numerosa colonia existen dudas sobre su situación futura. Les han dicho, otra vez Raab, que pueden tener dificultades para cobrar sus pensiones y, si nadie se lo explica, es lógico que reflexionen sobre cuál será su situación sanitaria o sobre si sufrirán trabas a la residencia o la circulación de personas.

También deberá resolverse cómo operan las empresas multinacionales que trabajan en el mundo del turismo. Pero a ellas les sobran recursos económicos y legales para defenderse.

Estamos a siete meses del brexit. Balears, por su monocultivo turístico, es una de las regiones europeas más expuestas a una salida abrupta de la UE. Miles de residentes británicos en esta comunidad viven en la incertidumbre. El Govern debería estar elaborando estudios, creando estructuras de información y analizando campañas de promoción. Pero, si lo hace, debe tratarse de una comisión secreta.