Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

La política exterior

En los dos meses largos que lleva Sánchez al frente del Gobierno, se ha hecho patente que, junto a la gobernanza interna, basada en un posibilismo cauto ya que la posición parlamentaria del gobierno no da para grandes audacias, se está poniendo en marcha un proyecto internacional ambicioso, basado en la potenciación de la pertenencia europea. De hecho, en su exposición programática en el Congreso, el pasado 17 de julio, Sánchez ya expresó que "España puede y debe desempeñar un papel más activo" en el campo de la política exterior, una materia al frente de la cual ha situado al más veterano, prestigioso y experimentado de sus ministros, Josep Borrell. Para conseguir este designio, Sánchez exhibe pleno dominio del inglés y el francés y una soltura personal que facilitan las relaciones, y que resulta estimulantes frente a penosos y patosos precedentes. En unos pocos días, ha visitado el Elíseo y ha recibido a Macron en Madrid, ha mantenido encuentros personales con Tusk, Juncker y May, ha acudido a reuniones multilaterales de la UE y de la OTAN, y ha recibido durante un fin de semana a Merkel, con quien son evidentes las complicidades en materias sensibles, la inmigración en primer lugar.

El vector europeo, nada fácil de gestionar en momentos confusos como el actual -el Brexit coincide con la irrupción del populismo en Italia, con el endurecimiento del grupo de Visegrado en materia de derechos humanos y de integridad democrática y con el ascenso de la extrema derecha en Alemania y en Austria-, discurre por dos carriles sólidos: el ya mencionado de Borrell, quien presidió el Parlamento Europeo y tiene una sólida biografía que le da acceso a todas las cancillerías, y el de Nadia Calviño, altísima funcionaria de Bruselas que avala con su presencia en el gabinete la ortodoxia de Madrid, que se conciliará con las nuevas políticas que Sánchez pretenda implementar. Como es conocido, en la carta que entregó en mano a sus ministros durante el primer consejo, enfatizaba la necesidad de asumir el respeto a la estabilidad económica y presupuestaria derivada de la pertenencia a la Unión Europea y subrayaba que aquel gobierno estaba "dispuesto a recuperar el papel protagonista de España en la UE".

Porque es patente que el proyecto socialista aspira a cambiar la imagen de España, muy deteriorada con la gestión de la crisis económica, el rescate financiero y los escándalos de corrupción que acabaron con la defenestración parlamentaria del presidente del gobierno anterior. Surge ahora una España moderna, cosmopolita, vinculada a la madurez que durante los años noventa, ya digerida la Transición, fue el asombro del mundo, con sus Juegos Olímpicos y la magna exposición Universal. De momento, Sánchez está fraguando en el ámbito comunitario un club de europeísmo avanzado formado nada menos que por Alemania, Francia y Portugal, que está abordando el fenómeno inmigratorio y que con toda probabilidad impulsará en el otoño las reformas agendadas y pendientes en la integración financiera y fiscal.

Un Gobierno como el actual no tiene más remedio que compaginar sus previsiones con dosis importantes de improvisación que incluso lleven a una anticipación electoral en cualquier momento. Pero la agenda internacional inmediata ya es expresiva: este mismo mes de agosto, Sánchez realizará una gira de cinco días por Latinoamérica en la que visitará Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica, y tomará contacto con una región cargada de conflictos de la que España ha estado material y literalmente ausente durante los últimos ocho años. Incluso la cooperación española, tan fecunda, ha llegado a mínimos históricos, postergada por el desinterés además de por la crisis. En septiembre el jefe del Ejecutivo viajará a nueva York, para asistir a la Asamblea General dela ONU, y según fuentes gubernamentales podría aprovechar este viaje para dar un salto a Canadá y entrevistarse con Justin Trudeau, un político rompedor con magníficas ideas que Europa no debe ignorar. España vuelve, en fin, a tener agenda internacional y a mostrar una cara resolutiva, receptiva y eficaz.

Compartir el artículo

stats