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Menos Másters y más sesera

Me lo ha contado una buena amiga, y por ello no puedo garantizar que la historia sea del todo real, así que utilizaré aquella frase de "según una fuente digna de toda confianza" para transmitirles lo contado; tal parece que en la playa de es Trenc existía de antiguo la sana costumbre de permitir a los campesinos del lugar, que ponían en la labor su trabajo y sus tractores, que recogieran las algas acumuladas en la playa durante el invierno, obviamente con la intención de utilizarla de abono para sus cultivos, así cuando los turistas veraniegos llegaban a aquellas aguas tan admiradas, hallaban las arenas limpias de sargazos, con coste cero para los administradores públicos y sobre todo para los administrados de aquella zona tan apreciada; algo así como esas simbiosis marinas en las cuales el pequeño pez limpia al pez grande de lo que le molesta y éste a su vez, agradecido, ni le muerde ni le devora. Pues tal parece que esa especial simbiosis playera ha saltado por los aires y el pez grande ha decidido morder a su pequeño limpiador, y eso porque ahora a alguna luminaria mandamás de la zona, no se le habría ocurrido mejor idea que cobrar a los que limpiaban la playa de algas, por llevárselas; consecuencia inmediata que los "cobrandos" se han negado a limpiar aquella zona, que una cosa es trabajar gratis y la otra es pagar por ello; es bien sabido que es más peligroso un tonto que alguien con mala jindama, porque al segundo se le ve venir pero los primeros son imprevisibles. Si la historia es verdadera no me negarán ustedes que el pensante ha hecho un pan como unas tortas; ahora tendrán que pagar, no el "lumbrera de turno", sino los ciudadanos del lugar que no tienen culpa de nada, los gastos de retirar las algas, que antes era gratis; Agradézcanselo por su "inmejorable" gestión municipal.

Y es que últimamente se vienen oyendo unas teorías municipales del todo originales cuyos pensantes no parecen medir con precisión el alcance de sus consecuencias, como esa idea de multar a los turistas que compran unas gafas o un bolso en esa consentida actividad de la venta al menor sobre manta, por aquello de que persiguiendo la compra se terminará con la venta, sin darse cuenta que parece ya no injusto sino ilógico el multar al cliente de una actividad permitida, y no me refiero a los agentes de la policía local sino a quienes les mandan no intervenir demasiado, por los mismos que multan; por demás, si esa normativa se llegase a cumplimentarse, la defensa del multado estaría cantada, puesto que si el cliente del topmanta es administrativamente sancionable la autoridad que permite u obvia en plena vía pública la comisión de un delito, pues se trata de una actividad no solo ilícita administrativamente sino ilegal en cuanto a la oferta de artículos falseados, actividad considerada en el vigente código penal como tal delito, sería sancionable esa autoridad penalmente por prevaricación y hasta como colaborador necesario del delito, pues no se puede permitir una concreta actividad ilegal al tiempo que se sanciona al cliente de ella.

Y es que, además, los paralelismos son no pocos; sancionemos, en base a esa especial tesis, administrativamente a los consumidores de droga pero no pongamos demasiado empeño en impedir la actividad de los que venden y trafican con el producto, por aquello de que cuando acabemos con la demanda acabaremos con la oferta; dejemos a los proxenetas ejercer sin impedimentos su "labor" y seamos implacables con los consumidores de sus ofertas en base a esa igual forma de ver las cosas. Pero claro esa misma manera de pensar daría como resultante o consecuencia inesperadas, como la de tener que multar a los menores que compran bebidas alcohólicas para hacer "botellón" sin molestar al tendero que las venden. ¿A que es absurdo?

Porque si reprobable, ilícito e ilegal es vender droga o fomentar la prostitución, o vender licor a los menores de edad, no lo es menos la venta de productos falsificados, aún cuando se realiza la venta sobre una manta. Y es que además los propios Ayuntamientos, en su fuero interno, están de acuerdo con que las ilegalidades no deben consentirse: un ejemplo; imagínense cómo reaccionarían esos mismos pensadores municipales, autores de esa teoría, si a algún ciudadano se le ocurriera la feliz idea comercial de vender tarjetas de Acire, de esas que permiten estacionar libremente en la capital de ésta autonomía, convenientemente falseadas, ¿actuaría el Consistorio, ante esa otra venta ilegal de objeto falsificados, en seguimiento de esa su teoría, multando al comprador de las tarjetas sin meterse con el vendedor y "fabricante" de las mismas?, ya les puedo asegurar que eso no sería así. Los ayuntamientos son muy cuidadosos con sus "negocios", los de los particulares, eso ya es otra cosa.

Y es que lo que nos debe interesar de los que administran la cosa pública no es sus títulos o sus másters sino su sentido común, lo que siempre se ha llamado tener seso; y ya que se nos ofrecen ideas por parte de los administradores públicos, que se dicen pensadas para el bien común, ahí va otra: algunas opiniones debieran ir acompañadas de una memoria económica, de un reconocimiento de deuda del opinante y cuando sus consecuencias llegasen negativamente a los bolsillos de los contribuyentes, estos tuvieran la oportunidad de cobrarles sus devaneos, con los dineros de los "teóricos de lo adecuado" por los daños sufridos en su economía; seguro que de ésta manera algunos se privarían muy mucho de lanzar ideas creativas a la par que peligrosas.

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