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Escuela concertada

Ángel Gabilondo, exministro de Educación, expresidente de la CRUE, líder socialista de la oposición en la asamblea de la Comunidad de Madrid, siempre comedido y cortés aunque sin pelos en la lengua, ha dicho lo que todos pensábamos: "a la escuela pública va quien no puede ir a la privada-concertada".

Es una triste realidad, que probablemente esté en el germen de la creciente desigualdad que inunda y deforma a nuestro país: se ha dejado decaer la escuela pública, falta de instalaciones adecuadas y de personal suficiente, de tal modo que por una razón de eficiencia material más que ideológica quien puede enviar a sus hijos a una escuela privada concertada lo envía, aunque haya de hacer un sacrificio ideológico para ello.

No se trata de poner en cuestión la escuela concertada ni de regatearle el sustento público para satisfacer el requisito constitucional de la gratuidad de la enseñanza en los tramos obligatorios, pero sí habría que pelear por una escuela pública de calidad, que debería ser la que perfeccionase la igualdad de oportunidades, la que garantizase plenamente la integración de todos. Hay ejemplos magníficos a nuestro alrededor —Francia es uno de ellos— que demuestran que la escuela pública es una de las principales fuentes de cultura, de equidad y de progreso.

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