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¿Soy un chulo? La isla que sobrevivió a los mallorquines

"El turista trata a la isla como a una prostituta: paga, la visita y se va", sentencia en su guía el playólogo Miguel Ángel Álvarez Alperi

Reconocer que uno ha ejercido de proxeneta no resulta cómodo, pero el argumento del "playólogo" Álvarez Alperi pesa como una tapa de alcantarilla. "El turista trata a la isla como a una prostituta: paga, la visita y se va", sentencia Alperi donde podemos leer, entre líneas y en letras bien grandes, que los mallorquines nos lucramos prostituyendo sa roqueta. La guía playera del asturiano lleva un mensaje no demasiado oculto, que asoma lo suficiente para que hasta los alcahuetes podamos entenderlo: mientras el turista duerme, tú también tienes derecho a echarle una visita a sa roqueta, sa nostra puteta. En efecto, de vez en cuando cualquier chulo que se precie debe darle un par de guantazos a su ramera, hurgar en sus bragas por si se guarda una tasa de alquiler vacacional y echarle una buena visita, para que no olvide quién manda aquí.

Miguel Ángel Álvarez distingue entre turista y viajero. Este último no se limita al viaje playero y discotequero, sino que se impregna de cultura y de gastronomía autóctonas. El playólogo asturiano se alimenta de bocatas de salami cuando visita sa roqueta, ergo paga. La guía de Alperi ha derrotado al clásico Kamasutra por paliza, 284 playas contra 64 posturitas, casi nada. "Nuestra roqueta es la mejor, y en ninguna esquina encontrará otra igual" resultaría hoy por hoy un eslogan real, pero innecesario ante la afluencia de playeros y el precio del salami, mucho más asequible que el camaiot. Editada en alemán y en español, resulta lógico que la venta del ejemplar castellano arrase diez contra uno, ya que los mallorquines fuimos los últimos en enterarnos de hasta qué punto la libido tenía esclavizada a sa roqueta. Nuestra relación se limitaba a una decente explotación agrícola del pla de Mallorca, y jamás nos atrevimos a manosear sus costas, repleta de playas vírgenes (doscientas ochenta y cuatro). Pero esto se acabó, porque Álvarez Alperi no se ha limitado a publicar Las 10 mejores playas de Mallorca o "2 playas y media en Mallorca sin urbanizar", sino que lo ha hecho con Todas las playas de Mallorca, sin dejar costa con honra. El ejemplar amenazaría con llenar las costas de proxenetas locales si no fuera porque "s´aigua està gelada!".

Es requisito explorar la historia más reciente de Balears para comprender el cambio radical en nuestra viciada mentalidad. George Sand visitó el paraíso buscando hospitalidad y Mallorca le dio lo que sus habitantes le negaron. Veinticinco años después llegaba Luis Salvador de Austria a la isla en busca de una amante y la halló, si bien María Antonieta tuvo que vaciar su joyero, de modo que ya se revelaba una "querida" caprichosa. El inmenso amor del archiduque por su amante desembocó en un poemario exquisito. Describió su contorno, la seducción de su accidentada silueta, la música de sus bosques, navegó su costa gozando de la vista que le brindaba su virginal desnudez y comió de todo menos salami. Pero visitó. Visitó y pagó su madre.

Mientras tanto, los isleños continuábamos, un siglo más, haciendo caso omiso de cala Varques, lo mismo que de las Coves del Drac. También fue el archiduque quien revelase la topografía de ses coves, pero los mallorquines solo le otorgamos un valor a la gruta cuando una masa de turistas se interpuso en nuestro camino. De no ser por ello -y por ellos- seguiríamos sin saber ubicar Porto Cristo. Si a alguno de nosotros se nosotros se le hubiera pasado por la cabeza caminar hasta cala Mesquida -antes de que un grupo de extranjeros lo hiciera-, desnudarnos y zambullirnos en la que debió ser el agua más cristalina del mundo, habríamos sido tratados de locos por nuestros paisanos (què putes fa aquest colló!?). Y ahora hacemos cola para aparcar en es Trenc, cuando hace cincuenta años un campaner no sabía ni nadar ni indicarte cómo llegar al paraíso. Ahora, Terraferida se centra tanto en la propiedad que olvida salvar nuestra idiosincrasia (què punyetes dius d´anar a la mar? És hora de collir metles!).

Para que Terraferida entienda que Mallorca no es de su propiedad debemos retroceder todavía un poco más. Si a un isleño le preguntas "quién habitaba Mallorca hace ochocientos años" responderá que els moros, cuando en realidad eran mallorquines. La diferencia estriba en que los anteriores habitantes no eran dueños de la isla, sino que pertenecían a sus tierras: la tierra era el amo y el mallorquín su servidor. Para darle la vuelta a esta aberración empresarial tuvo que llegar un tipo duro y no dejar cabeza con tronco ni con ideas propias, esclavizar a la madre tierra de Mallorca y repartirla entre unos pocos (siempre se reparte entre pocos). El antaño genocida es hoy un héroe a caballo en la plaça d´Espanya, pero la memoria histórica se vuelve histérica si no le ponemos límites.

Por qué Ciutat per a qui l´habita y no Palma per a qui la gaudeix? Al fin y al cabo quienes la habitamos también somos quienes figuramos en las escrituras de edificios abandonados durante décadas, a la espera de que un extranjero nos pague lo suficiente per penjar es capell.

¿De verdad te crees que Mallorca es tuya? Otro conqueridor lleva décadas cercenando cabezas autóctonas y ni siquiera te has enterado. Tú has heredado la desidia de Abu Yahya y ellos han usado el euro con la misma habilidad con que Jaume I zarandeaba su espada. Los habitantes de Mallorca no son suecos, sino mallorquines, vengan de donde vengan.

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