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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Pescadería y reconciliación

Algo tiene la pescadería del mercado. En época electoral la eligen los políticos para hacer campaña. En ella evitan la violencia subliminal de la encarnizada y sangrienta carnicería y los posibles chistes malos sobre cerdo y chorizos. La pescadería tiene la luz blanca y la mercancía brillante. Aprendieron mucho de ellas las funerarias estadounidenses que muestran los ataúdes abiertos con el muerto más guapo que de vivo. Peces que nadaban en lejanos mares murieron coleando en cubierta hicieron la travesía en bodegas frigoríficas y reposan sobre el acero inoxidable del mostrador con los lomos húmedos como recién salidos del agua y nos miran con reojo frontal y suspicaz. Las reinas Sofía y Letizia fueron juntas a la pescadería en Palma. La vez anterior las habían pescado en la catedral disputándose una foto con las reales niñas, escamadas la una con la otra. En la pescadería se usa un juego de cuchillos para regalar a un verdugo por su cumpleaños, pero los pescaderos los afilan a lo largo de la mañana con gestos de músico de orquesta de cumbias y los hunden en los vientres de los pescados como si los acariciaran, con la dulzura que una madre acaricia a su hijo febril.

La pescadería es de los pocos sitios contemporáneos donde un ciudadano en una democracia, puede pedir -como la reina de Alicia- que le corten la cabeza, sin despertar sospechas ni recibir denuncias. Pese a ser un lugar con cadáveres, cuchillos y decapitaciones, la pescadería es un buen escenario para representar una reconciliación, si hacemos caso a la Casa Real, que mide mucho los gestos.

-Doce ¿qué les pongo?

-Nada, discutimos anoche y hemos venido a reconciliarnos.

-Trece ¿Qué le pongo?

-Quiero bonito.

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