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José Carlos Llop

El día de la marmota

Cuenta Sciascia en uno de sus Diarios el caso de un conferenciante que visitaba los pueblos y ciudades de Sicilia explicando las grandes ventajas del divorcio. Corrían los primeros setenta, el compromiso histórico, Aldo Moro, las traiciones de la Democracia Cristiana, los atentados, el afianzamiento de un Partido Comunista dirigido por Berlinguer, el aristócrata que fundaría el eurocomunismo, alejado de las directrices de Moscú y uno de los movimientos políticos que contribuyó a la buena marcha de la Transición española, hoy tan criticada por los que no la vivieron. No me he ido de Sciascia -siempre lo tengo cerca- y sigo con él.

Cuenta el escritor siciliano que aquel conferenciante mantenía un discurso ´fácil y persuasivo´, salpicado de ejemplos que corroboraban la necesidad de la existencia y legalización del divorcio. En uno de los pueblos del interior había una mujer mayor -una anciana, dice Sciascia-, sentada en la primera fila del auditorio y dispuesta, por sus gestos y maneras, a no dar tregua al conferenciante. Una militante, en fin, de lo más arcaico y tradicional en cuestiones matrimoniales. ´Enjuta, férrea, con aire agresivo´, apunta Leonardo Sciascia.

El conferenciante puso el primer ejemplo, tan didáctico y destinado a esa clase de público, cuarenta años atrás. La mujer que traiciona al marido, dijo. ´¿No sería necesaria la existencia del divorcio en un caso así?´, preguntó. La mujer -Sciascia dice ´la vieja´- intervino: ´No; se la mata´. El conferenciante insistió: ´¿Y si fuera el marido quien engañara repetidamente a su mujer, tanto que hubiera creado incluso otra familia?´ ´Se le mata´, dijo la vieja. Pero el conferenciante no estaba dispuesto a rendirse y puso otro ejemplo que pensó gustaría a las mujeres, empezando por la anciana belicosa: ´¿Y cuando una mujer descubre que se ha casado con un impotente?´ La mujer no lo dudó: ´Ha habido engaño y se le mata´.

En la sala no se oye ni una mosca. Todos están pendientes del combate dialéctico esperando a ponerse del lado del triunfador, como suele ocurrir en estos casos. El conferenciante continúa exponiendo situaciones críticas que podrían derivar en otras más críticas y que el divorcio amortiguaría o salvaría. La anciana se mantiene, sin embargo, en sus trece: se le mata, se la mata y se los mata, continúan siendo sus respuestas. Extenuado aquel hombre saca su último cartucho, el definitivo, el que no ha de tener réplica: el incesto, tabú y costumbre secreta y vergonzante. Al acabar su exposición se encara con la vieja y le pregunta: ´¿Y en un caso así, qué se hace, se mata? La anciana contesta veloz como una bala: ´Primero se hace una gran fiesta en casa, para que la gente no se dé cuenta de nada, y luego se mata´. Tan fresca.

En principio el relato es hilarante, pero cuando se piensa la materia que trata y la intransigencia con final de muerte, lo es bastante menos, por mucho que ocurriera en la Sicilia de los 70 y en los años de plomo. ¿Con cuánta intransigencia y sectarismo no se topa uno aquí y allá? ¿Con cuántas personas incapaces de apearse del burro, convencidas de que la única verdad es la suya, arrollen con lo que arrollen? Nunca hay que olvidarse de Sciascia porque nos explica.

Lo mismo ocurre ahora en política. Dicen que nos espera un otoño de los que llaman ´caliente´ y la calentura más preocupante y tensa ya sabemos dónde está, de dónde viene y hasta dónde quiere extenderse. Aquí -al revés que en el relato de Sciascia- son los febriles partidarios del divorcio territorial los que se empeñan con el ´se le mata´. Dan lo mismo las leyes que nos hemos dado para convivir que el Rey, o todo aquello que no esté en sintonía o sea absolutamente permisivo con su objetivo. La respuesta de la anciana siciliana se mantiene firme y tozuda ante todo, no hay otra. Y el objetivo es el país tal como se entiende desde hace siglos. Por muerte súbita o en diferido y por etapas. Y por supuesto con la irresponsabilidad como escudo: ´no tuvimos la culpa, fueron los otros que nos maltrataron y empujaron, no nos quedó más remedio´. Así vamos, dando tumbos y lo que nos espera. Ojalá me equivoque, porque preferiría seguir escribiendo sobre coleópteros del Mediterráneo, literatura comparada, o lenguas muertas como el sumerio o el acadio que sobre lo que parece que se avecina.

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