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Joan Riera

TEMPUS EST IOCUNDUM

Joan Riera

Policías en la picota

Los ciudadanos necesitamos referentes sólidos a los que aferrarnos en tiempos turbulentos. Puede decaer la confianza en la política y los políticos, cuestionar las leyes y hasta plantear el inútil debate entre monarquía o república. Sin embargo, algunas instituciones del Estado deberían ser ajenas a los vaivenes del voto o de la opinión pública o publicada.

Nuestra confianza en la policia, o las policías en el ámbito español, y en el sistema judicial tendría que rozar el absoluto. En los últimos días, las noticias sobre la actuación de los cuerpos de seguridad han puesto en solfa los métodos de algunos policías y, en varios casos, de los propios cuerpos en general.

El caso del comisario José Manuel Villarejo es paradigmático. ¿A qué ha dedicado su carrera, a proteger el Estado o demolerlo?, ¿a preservar las instituciones o derribarlas, ¿a evitar que roben a los ciudadanos o saquearlos?, ¿es un monstruo creado por los sucesivos gobiernos o engendrado por sí mismo?, ¿con qué objetivo se reunía y grababa a la amiga íntima de Juan Carlos I junto al empresario Juan Villalonga, amigo de la infancia de José María Aznar?

El Estado no puede permitirse tener asalariados que sirven a dos o más señores, que le traicionan o enfangan el terreno. Y, si hacemos caso al historial, Villarejo ha trabajado en asuntos turbios para PSOE y PP cuando estaban en el Gobierno. El objetivo siempre era desprestigiar a jueces, empresarios o adversarios políticos sin importar si habían vulnerado la ley.

El sumario de los atentados de hace un año en Barcelona y Cambrils, desvelado esta semana, tampoco anima a los ciudadanos a confiar en sus cuerpos de seguridad. Agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y de la Guardia Civil se reunían en la cárcel con el imán de Ripoll, encarcelado por tráfico de drogas. Una vez libre se convirtió en el ideólogo de los actos criminales. Hoy no conocemos el alcance de estos encuentros. ¿Fracasaron, fueron engañados o planearon algo que salió muy mal?

En este mismo procedimiento tenemos unos Mossos d'Esquadra que inicialmente trataron como un accidente la explosión en el chalé donde se reunían los terroristas, con unos agentes de gatillo fácil a la hora de perseguir a los terroristas huidos y guardias civiles que ocultaban información a sus colegas de otros servicios.

En Mallorca, creíamos estar vacunados de escándalos policiales después de lo ocurrido en el cuerpo local de Palma. Sin embargo, esta misma semana nos desayunamos con Diario de Mallorca para leer sobre un comisario investigado por supuestamente dar soplos a narcotraficantes para que retiraran dinero guardado en zulos, con encuentros en el aparcamiento de Son Espases o con denuncias de pagos de 10.000 euros al mes a algún policía.

Fue Winston Churchill quien dijo que "la democracia es el sistema político en el que, cuando alguien llama a la puerta a las seis de la mañana, es el lechero". Hoy no quedan lecheros que repartan casa por casa. Pero, parafraseando al político inglés, la democracia es saber que cuando un policía recaba información lo hace cumpliendo la ley estrictamente y buscando el bien común. Democracia es que cuando unos agentes se reúnen con un futuro terrorista es para prevenir atentados. Democracia es que cuando un comisario se relaciona con narcotraficantes es para detenerles y evitar que sigan traficando con su mercancía de degradación y muerte.

Los ciudadanos necesitamos procesos judiciales rápidos y claros y comisiones de investigación abiertas para recuperar las confianza en las policías.

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