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Joaquín Rábago

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Joaquín Rábago

Una difícil apuesta de la izquierda alemana

Es una apuesta difícil la de intentar aglutinar a todos los descontentos de la izquierda alemana en un nuevo movimiento a fin de superar la supuesta falta de alternativas a la política neoliberal de la Gran Coalición. La lidera la dirigente del partido Die Linke (la IzquierdaI) Sahra Wagenknecht, de 49 años, a su vez esposa del exministro de Finanzas del SPD Oskar Lafontaine, que rompió en su día con el canciller Gerhard Schroeder por disentir de su programa de reformas .

Wagenknecht , economista de formación, tiene actualmente problemas con su propio partido, el más a la izquierda del espectro parlamentario alemán, por oponerse a la política de puertas abiertas a la inmigración que defiende un importante sector del mismo. Considera aquélla que la gestión de la crisis migratoria por el Gobierno de coalición de Angela Merkel, sumada a sus recetas de austeridad económica, han perjudicado sobre todo a los más pobres y ha servido para agravar los problemas sociales.

La enseñanza se ha visto sometida a fuertes tensiones, ha crecido la competencia salarial a la baja y se han creado nuevos problemas en el sector de la vivienda, todo lo cual, argumenta Wagenknecht, está dando alas a la extrema derecha. Un sector de Die Linke acusa a Wagenknecht de hacerle el juego precisamente a la xenófoba Alternativa para Alemania con un discurso impropio de la izquierda internacionalista.

Pero la líder de Die Linke argumenta que internacionalismo es sobre todo acabar con una política comercial injusta que perjudica a las poblaciones de los países más pobres y denunciar las exportaciones de armas al mundo en desarrollo. La apertura total de fronteras, señala, no beneficia a los más miserables del planeta, y de ella sólo logran aprovecharse las clases medias de los países del antes llamado Tercer Mundo, que son quienes logran juntar suficiente dinero para pagar a las mafias dedicadas al tráfico de seres humanos.

Es un discurso que muchos califican más propio de la derecha xenófoba, pero que los defensores de Wagenknecht consideran más bien realista y destinado a evitar que el complejo y espinoso tema de la inmigración económica siga alentando el movimiento hacia la derecha xenófoba de la clase trabajadora. Wagenknecht y quienes se han apuntado a su nuevo movimiento, que pretende ser abierto y que no exige que quienes se suman a él abandonen los partidos en los que militan -ya sea el socialdemócrata, el de los Verdes o la propia Linke-, pretenden sobre todo cambiar la orientación del conjunto de la izquierda para hacerla más receptiva a los problemas de la gente sencilla.

Critican sobre todo el hecho de que el SPD no haya conseguido ni mucho menos romper con la llamada Agenda 2010, es decir el paquete de reformas sociales y laborales que redujo drásticamente el desempleo en Alemania y dinamizó su economía exportadora a base de precarizar el empleo y aumentar la desigualdad. Critican también a los Verdes por escorarse cada vez más hacia el centro hasta el punto de aspirar muchos de ellos a una coalición con la CDU/CSU , pero también denuncian el excesivo dogmatismo ideológico de Die Linke.

Hoy, señalan quienes defienden el nuevo rumbo, los tres partidos de izquierda, que van cada uno por su lado, suman unos ocho millones de votos menos que en 1998 mientras que la derecha no ha dejado de crecer. El nuevo movimiento aspira sobre todo a incorporar al debate público y a los medios de comunicación temas y posiciones que han quedado marginados en los últimos años por culpa del discurso neoliberal de la derecha y de la izquierda más centrista.

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