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Antonio Papell

La tentación electoral: el efecto arrastre

Algunos sociólogos políticos -como Alberto Penadés- han explicado el efecto de arrastre muy elevado que ha obtenido Pedro Sánchez con su llegada al poder tras ganar la moción de censura de primeros de junio. Dicho efecto consiste, como es sabido, en que quien obtiene una victoria política o electoral suele conseguir un plus de popularidad súbito. "El efecto puede ser pasajero -ha escrito Penadés-, algunos lo llaman incluso luna de miel, y no siempre se manifiesta igual (a veces no se da, todo hay que decirlo). Los especialistas discuten las causas -los perdedores se silencian, la gente cambia de opinión, los poco alineados se movilizan "verbalmente" para sumarse al carro ganador...-". Y se ha dado el caso de que, en esta ocasión, el arrastre logrado por Pedro Sánchez ha sido el mayor de la etapa democrática, salvo el que logró Zapatero en 2004, probablemente por lo traumático de aquella coyuntura (recuérdese que fue tras los atentados del 11M, cuando el favorito hasta el momento de la tragedia era Rajoy). Y que nadie sospeche de la cocina del CIS porque este cálculo se efectúa sobre valores brutos de intención de voto, antes de cualquier ajuste que pueda incluir alguna dosis de subjetividad.

Sean cuales sean las causas, lo cierto es que Sánchez ha conseguido una proeza inesperada, que ha puesto fin a una larga etapa de atonía socialista que no tenía buen pronóstico puesto que el líder del PSOE ni siquiera es diputado en esta legislatura, lo que le ha dificultado extraordinariamente descollar, asomarse a los medios, capitalizar la manifiesta decadencia del Partido Popular. El secretario general socialista ha tenido que improvisar una reacción oportunísima en el momento adecuado para lograr un efecto que nadie podía prever de antemano.

Pues bien: el arrastre de Pedro Sánchez -comparación de la intención directa de voto antes y después del éxito- ha sido de 10,4 puntos—, tan sólo superado por Zapatero en 2004 (23,1 puntos), y se ha nutrido sobre todo del descalabro del PP, que se desprende del hecho de que el 17% de los ciudadanos en esta encuesta recuerdan haber votado al PP -lo hizo en realidad el 23% del censo- y sólo la mitad de ellos piensa -pensaba a comienzos de junio- volver a votar a ese partido.

El PSOE ha quedado, pues, muy en cabeza en las preferencias electorales, con la particularidad de que el nuevo líder del PP, Pablo Casado, que también podía haberse beneficiado de un cierto efecto arrastre, distinto del anterior, debido a su llegada al liderazgo, no está pudiendo aprovechar este tirón por el efecto demoledor que produce sobre su crédito personal el asunto del máster, un episodio feo que, como ha dicho un analista, "forma parte de esa otra corrupción grisácea que cabalga entre el reproche penal y la reprobación ética y cívica".

La buena posición del PSOE coincide asimismo con etapas de cierto desconcierto de los partidos "nuevos". Visiblemente, Albert Rivera contaba con que proseguiría el desplome del PP en manos de Rajoy, y ello le permitiría verosímilmente ocupar el liderazgo de la derecha. Los acontecimientos han descabalado esta expectativa, que llevó a Ciudadanos a derechizarse: la marcha de Rajoy otorga posibilidades nuevas al PP (otra cosa es que no las aproveche), y Ciudadanos está muy lejos del PSOE tras el abandono explícito de la socialdemocracia. Y en cuanto a Unidos Podemos, la alianza de los populistas con IU no funciona, se mantiene la tensión entre Iglesias y Errejón, y es probable que irrumpa de nuevo la crisis con ocasión de las elecciones municipales y autonómicas, que harán aflorar las rivalidades existentes.

Así las cosas, la tentación de Sánchez de disolver las cámaras y convocar elecciones debe ser intensa, porque en un escenario tan cambiante nadie sabe qué puede pasar en el futuro más o menos mediato. Entre agotar la legislatura en las condiciones actuales, con escasa capacidad de movimiento y prácticamente nulo control del parlamento, o convocar elecciones con buenas perspectivas, hay un dilema muy complicado de resolver. Seguro que Sánchez, en su fueron interno, está cargado de dudas.

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