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Joaquín Rábago

La matraca de la lista más votada

Como un mastín con su presa, el Partido Popular, antes de Rajoy y ahora de Pablo Casado, no deja la matraca de que gobierne "la lista más votada". Es lógico que un partido al que los numerosos escándalos de corrupción no le han hecho pese a todo la profundas mella que habrían hecho a cualquier otro en la UE, siga aferrado a ese mantra.

Pese a la irrupción de Ciudadanos, a la que sin duda contribuyó el conocimiento de esos escándalos, El PP parece seguir instalado en el bipartidismo, negándose a ver la nueva y más compleja realidad.

No habría, sin embargo, que descartar del todo que, pasado lo que llaman el efecto Pedro Sánchez y con una hábil y dura campaña de acoso y derribo del PSOE a cuenta de la inmigración y de Cataluña, el PP volviera a conseguir en los próximos comicios el mayor número de votos.

Ambos asuntos son efecto motivo de preocupación de un gran sector del electorado y, de difícil solución, se prestan como ningún otro a la demagogia populista, por lo que con un manejo torticero de los mismos podría terminar dando sus frutos electorales.

Es cierto que, tras los cambios en la RTVE y si se cumple la prometida objetividad en el tratamiento informativo de la política nacional, el PP no lo tendrá ya tan fácil en un país en el que las audiencias han sido con demasiada frecuencia rehenes de quienes controlaban los medios públicos.

En cualquier caso, y pese a la tentación que pueda tener en algún momento el PSOE, si se sabe en algún momento ganador, de aceptar la idea de que gobierne, como quiere el PP, quien más votos obtenga, se trata de la peor idea posible para nuestro funcionamiento democrático.

Sobre todo en un país como éste en el que el poder se usa tantas veces para machacar al adversario y en el que tan difícil resulta dialogar y transigir para llegar a acuerdos.

Lo demostró ampliamente el PP en sus épocas de mayoría absoluta y también cuando dejó de tenerla al menos en la Cámara de Diputados, pero siguió actuando igual que si aún la tuviese.

Dejar gobernar a la lista más votada, en lugar de buscar pacientemente puntos de encuentro con otros partidos parlamentarios para conformar la mayoría que no se tiene, es, al menos a este lado de los Pirineos, abrir el gobierno a toda suerte de abusos.

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