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Con otra cara

Ellos sí saben desconectar

Hablan los expertos de la importancia de las vacaciones para nuestra salud mental y física -los que tenemos la suerte de tener un trabajo del que descansar, claro-. Coinciden en que es fundamental desconectar de las obligaciones, cambiar de hábitos y, a ser posible, de escenario, aunque sea para pasar de la tranquilidad de casa a un apartamento de cincuenta metros compartido con tu hermana, tu cuñado y los críos en una playa abarrotada.

Hay estudios que afirman que, si no se toma uno vacaciones, los riesgos de ataques al corazón se incrementan en un 35% y que se puede desencadenar estrés crónico. Todos lo intuimos y por eso en vacaciones solemos trasnochar, viajar si podemos, divertirnos y beber y comer más que el resto del año. Los reyes de esta salida de la rutina, a tenor de lo que vemos, parecen ser ingleses. No son todos, claro, pero algunos se toman lo del cambio de hábitos al pie de la letra y no tienen problemas en ir por las calles de Benidorm desnudos, emborracharse como piojos o lanzarse a romper farolas y bancos para desfogarse. Los hay que no tienen límites. Ya los habíamos visto hacer el cafre de mil maneras, pero pagar 100 euros a un indigente por dejarse tatuar el nombre de uno de ellos en la frente ya es para nota. No creo que nos vengan los más miserables sino los que tienen más clara la importancia de cambiar de hábitos en las vacaciones. Así pasan, imagino, de comportase en su país como seres normales, a transformarse en vándalos, animados por litros de cerveza, en cuanto pisan el Rincón de Loix. Deberíamos ayudarles.

Vivir unas vacaciones detenidos en el retén de la policía les enriquecería con nuevos hábitos y nuevos horizontes y, de paso, también nos ahorrarían estrés a nosotros.

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