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Antonio Papell

¿Para qué las elecciones anticipadas?

El Gobierno de Pedro Sánchez está topándose con la cruda realidad de su escasa fuerza parlamentaria, y la portavoz del Ejecutivo ya ha manifestado que, aunque este equipo piensa agotar la legislatura, tampoco se aferrará al poder más allá de lo sensato y razonable. Si a la vuelta de los calores de agosto no han cambiado de actitud los partidos, será muy difícil que el Gobierno consiga sacar adelante unos presupuestos algo más expansivos que los últimos de Montoro, que además se cerraron con hipótesis demasiado optimistas.

En línea con esta situación, la revista británica The Economist acaba de publicar un artículo titulado "Lecciones españolas" en el que considera que sería "sabio" que se convocaran elecciones anticipadas en España porque el país "no puede permitirse dos años más sin hacer nada". El análisis es en todo caso elogioso para Sánchez ya que, en lo referente al conflicto catalán, manifiesta que Rajoy nunca encontró el equilibrio entre la firmeza, el entendimiento y la proporcionalidad, mientras que Sánchez lo está haciendo mejor al abrir un proceso diálogo con el sucesor de Puigdemont y sugerir un "retoque" en el estatut catalán€

El rotativo anglosajón asegura además que "España no necesita ser refundada", pero sí requiere muchas reformas que Sánchez debería acometer: mantener la recuperación y reducir la deuda pública serían las primeras urgencias, además de frenar el "abuso" de los contratos temporales y gastar más en los jóvenes que en aumentar unas pensiones "insostenibles".

Dejando al margen la contradicción que existe entre apremiar a Sánchez con el consejo de que atienda sus obligaciones pendientes y recomendarle al mismo tiempo que disuelva el parlamento y convoque elecciones, lo que sí merece una reflexión es la hipótesis sugerida de que unas nuevas elecciones desbloquearían este país, que en realidad está efectvamente paralizado desde las elecciones de diciembre de 2015, cuando surgieron cuatro grandes fuerzas estatales dando lugar a un modelo parlamentario inédito que no se ha sabido gestionar.

El problema de este país es que, desde 1982, se ha creado una cultura política bipartidista, con entradas intermitentes en la gobernación de las minorías periféricas nacionalistas. Este modelo, que funcionó en cuatro etapas sucesivas - González entre 1982 y 1996, Aznar entre 1996 y 2004, Zapatero entre 2004 y 2011 y Rajoy entre 2011 y 2015„ fue funcional y, con los defectos que se quiera, sirvió para modernizar este país en sucesivas alternancias. Pero el problema, ahora, es que no sabemos gestionar el modelo cuatripartito.

Como se recordará, tras las elecciones de 2015 no fue posible formar gobierno y hubo que ir a nuevas elecciones en junio de 2016. Tampoco entonces parecía posible obtener una mayoría para la investidura? y fue necesario que el PSOE entrara en una gran crisis para que Rajoy lograra con gran dificultad la jefatura de un gobierno precario que no ha tomado en todo este tiempo decisión de relieve alguna.

Ahora, se dice que Sánchez es un imprudente porque pretende gobernar con un tercio de la Cámara Baja€ Como si tras unas nuevas elecciones alguno pudiera aspirar a mucho más. Las encuestas que se van publicando tras la moción de censura que descabalgó a Rajoy y la ulterior renovación del PP parecen indicar que PP y PSOE están remontando, pero en modo alguno se han hundido las otras dos fuerzas que surgieron predicando una "nueva política" (pronto se han contaminado con los viejos hábitos).

Es evidentemente opinable la necesidad o no de convocar o no elecciones. Lo que sí es seguro es que el modelo cuatripartito que tenemos instalado no funcionará con elecciones o sin ellas si no cambia la disposición de los principales actores. La negociación y el pacto son elementos esenciales de los modelos parlamentarios pluripartidistas como el nuestro. Y si no somos capaces de salir adelante con la actual ley electoral, no habrá más remedio que cambiar el modelo: las fórmulas mayoritarias y proporcionales a dos vueltas dan el problema resuelto.

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