El 18 de marzo, España vivió una movilización sin precedentes para reivindicar la igualdad de género en todos los ámbitos. En junio, Pedro Sánchez confeccionó un gabinete en el que 11 de los 17 ministerios estaban en manos de mujeres. Y una sentencia como la de La Manada ha sido contestada de forma masiva en la calle, al grito de "Hermana yo sí te creo", y en las redes sociales, con el movimiento #Cuéntalo. En ese contexto, el FC Barcelona decidió apostar este verano por una gira mixta, y pionera, de pretemporada por EE UU, con jugadores y jugadoras de los dos primeros equipos.
Sin embargo, el Barça ha acabado errando el tiro. Los hombres viajaron en Bussines; las mujeres; en turista. Se pretendía sacar pecho de lo que está haciendo el club blaugrana por el fútbol femenino, y el resultado fue el contrario. La polémica lo ha empañado todo, por más que ahora traten de salir al paso diciendo que la incorporación del equipo femenino se concretó más tarde y que no había plazas en primera clase, algo que ha secundado una de sus estrellas, Alexia Putellas. Se han escudado en eso, y en que mientras que los hombres jugarán varios encuentros -todos ellos amistosos- las mujeres sólo tendrán uno. Incluso la directiva del Barcelona femenino ha pedido en una carta abierta "menos cinismo".
Es verdad que la brecha salarial en el deporte es una realidad preocupante y que son abismales las diferencias en cuanto al espacio que se dedica al deporte masculino y femenino. Tampoco es menos cierto que un club como el Real Madrid ni siquiera tiene equipo de mujeres. Está bien que el Barça apueste por su equipo femenino, pero sería mejor que lo hiciera con todas las consecuencias. De lo contrario, más que una medida encaminada a lograr la igualdad real, se puede interpretar como un mal intento de colgarse una medalla. Y ahí da igual ser del Barça o del Madrid. Lo que marca la diferencia es si nos creemos de verdad eso de la igualdad, o si sólo es postureo.
