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La pertinancia divisiva

La negociación entre el Reino Unido y la Unión Europea para la consumación del Brexit, que debería estar concluida antes de final de año, pone de manifiesto las profundas contradicciones políticas, sociales y económicas en que se ha sumido el Reino Unido por la dejación democrática que cometió Cameron al permitir aquel absurdo referéndum, finalmente ganado por un populismo lenguaraz y vacuo que tuvo la habilidad de arrastrar con engaños a las muchedumbres, mientras apartaba del debate a las gentes ilustradas que manejaban los conceptos reales que estaban en juego. No deja de ser curioso que, mientras han desaparecido totalmente de escena los probrexit, el dislate tenga que ser gestionado por personas moderadas que se han convencido hace tiempo de que el problema no tiene solución, a menos que el Reino Unido decida suicidarse intelectual y políticamente.

La última pretensión del gobierno británico, conservador, consiste en que el Reino unido se mantenga en el mercado único -con libre circulación de bienes y servicios- pero limite la libertad de circulación de personas. De este modo, resolvería el grave problema de la frontera entre las dos Irlandas: lógicamente, el Brexit implica alzar un muro comercial, físico, entre ambas (el Ulster estaría fuera de la UE e Irlanda dentro)? mediante una fórmula que Bruselas no puede aceptar. Brexit es Brexit, y quien quiera salir de la Unión ha de salir efectivamente. No se puede estar a medio camino, aceptando las ventajas y eludiendo los inconvenientes. ¿No sería más lógico replantear el referéndum, o someter aquel descabellado resultado al criterio legítimo del Parlamento?

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