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Camilo José Cela Conde

Sin periódico

Me he acercado al quiosco hoy en busca de los diarios para encontrarme con los estantes vacíos. Hay huelga de repartidores de prensa en Madrid desde hace días a causa del conflicto laboral con la empresa, que quiere echar a la calle más de cien trabajadores según éstos. Como resultado, si se quiere leer alguno de los diarios que más se venden hay que entrar en internet. Curioso mundo el de las huelgas, que van contra quienes menos culpa tienen, y más curioso aún si el esquirol es, en este caso, digital.

Pero las sorpresas no cesan. Al buscar noticias acerca de la propia huelga, resulta que los diarios impresos de mayor venta en Madrid, El País, El Mundo y así, apenas dicen nada del conflicto en sus páginas web. Son los periódicos reducidos a la edición digital y los gratuitos los que recogen los pormenores. Entre esos detalles aparece la versión de la empresa, que, citando de forma textual, dice que los huelguistas pretenden negociar con amenazas, coacciones y métodos violentos para mantener sus privilegios y prebendas que no son acordes "con el manifiesto declive del sector de la prensa y revistas en papel, que lleva más de diez años con caídas de venta continuadas". Uso las comillas como indicio de que la versión empresarial se recoge al pie de la letra si nos olvidamos de alguna que otra coma cambiada aquí más por razones estéticas que sintácticas. Al fin y al cabo estamos hablando del periodismo impreso, uno de los últimos reductos que le queda a la palabra de antes.

Qué tremendo, ¿no? Un decenio de ventas a la baja, más la huelga y con el añadido extraordinario -en todos los sentidos- de internet dan un resultado que apunta a la tragedia. Porque el día en que nos quedemos sin periódicos en el quiosco habrá desaparecido uno de los últimos reductos que le quedaban a la cultura entendida como se debe entender.

Pero, claro, el problema viene de más atrás todavía. Viene de la revolución que produjo la red de redes y de la decisión empresarial (¿) de verter los contenidos de los diarios en Internet. Si a usted le dejasen un coche siempre que lo necesitara, ¿iría al distribuidor a comprarse uno? Semejante pregunta, digna de Pero Grullo, no ha sabido contestarla ninguna de las empresas editoras de los diarios de mayor circulación en todo el planeta, más atentos a destacar en el mundo virtual que a cuidar el ejemplar impreso del periódico. Los intentos de cobrar el acceso a la información digital, amén de tímidos, resultan más bien inútiles. Ni siquiera los gigantes de la prensa de los Estados Unidos han sabido cómo hacerlo. Y la puntilla viene de la mano de los repartidores de los diarios que deberían llegar al punto de venta, unos trabajadores que proclaman la huelga indefinida como gesto de desesperación. Lo peor de todo, a mi entender, es que eso ni siquiera es noticia para los periódicos que se supone que están dejando de vender cada día centenares de miles de ejemplares.

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