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El agua negra

¿Por qué decimos el agua negra si se supone que es masculino?' A veces, las casualidades dejan pistas; como píldoras de realidad que -con un poco de reflexión- pueden revelar algo sobre el momento que nos ha tocado vivir. Fortuitamente, escuché esa pregunta de una chica que no sé si debía de llegar a los 20 años a sus padres, mientras caminaban relajados cerca de la playa. 'La generación más preparada de la historia', se me ocurrió inmediatamente.

Una siempre ha sido un poco friki del lenguaje y aquello del léxico, la morfología y la sintaxis; un defecto que no muchos comparten. Así que me dio por recordar ciertas explicaciones: los sustantivos femeninos que empiezan por a tónica van precedidos del artículo masculino, con algunas excepciones. Puede que la búsqueda de la sencillez para el hablante haya influido mucho en este proceso. El acento inicial hace que nos cueste separar al hablar 'una águila' o 'la agua', mientras que nos resulta más fácil pronunciar 'la amapola'. Poner el artículo femenino nos obligaría a hacer una pausa forzada, que en el lenguaje hablado resulta artificial.

'Como para explicarles el masculino inclusivo', fue mi siguiente pensamiento. Tal vez es necesario recordar que la forma masculina de la mayoría de nombres y adjetivos es el género no marcado, que incluye los dos sexos. Así, decimos 'el ciudadano' o 'compañeros de trabajo', refiriéndonos también a las mujeres de ambos colectivos. Pero no siempre. Yo soy 'periodista' y 'columnista' igual que mis colegas de estas páginas, que estoy segura de que no se dejarían llamar 'periodistos' o 'columnistos'. Puede que haga falta pedagogía, pero una empieza a sospechar que entre los promotores del mal llamado 'lenguaje inclusivo' hay poco de ignorancia y mucho de voluntad de perversión del lenguaje para fines políticos. Eso tan antiguo y que tan bien definió George Orwell en 1984 con la 'neolengua'. Y, claro, quienes no distinguen el masculino del femenino, ni saben el porqué de las normas lingüísticas, tragan.

Nos preocupa más que el lenguaje sea inclusivo que el hecho de que lo sean las sociedades. Como si, por arte de magia, decir 'ministres', 'ciudadanos y ciudadanas' o reformar la Constitución como si no estuviera hecha también para nosotras fuera a eliminar de un plumazo las discriminaciones injustas que aún padecen muchas féminas. Vivimos instalados en el gesto. Centrados en intentar censurar los piropos, pero impasibles ante las niñas de 12 años que son las únicas que van vestidas a la playa con 40 grados porque su madre también lleva hiyab. Y lo disfrazamos de libre elección.

La lucha contra los mitos de la mujer como un ser mentalmente inferior al hombre o como un peligro para éste sigue siendo muy necesaria. Quiero una sociedad que no me ponga trabas por el simple hecho de ser mujer, o de querer tener hijos. Que no presuponga que, por ello, tengo que dedicarme yo a determinadas tareas, en lugar de un macho alfa. Que no me juzgue por acostarme con cuantos tíos me dé la gana. En la que pueda sentirme libre al volver sola a casa caminando borracha con escote y minifalda de madrugada, sin que me dé miedo. Pero no estoy dispuesta a pagar cualquier precio por conseguirlo; no pienso cometer las mismas injusticias de las que me quejo.

La vicepresidenta Carmen Calvo ha apuntado recientemente la posibilidad de que sin un 'sí' verbalmente expresado de forma explícita, cualquier acto sexual se considere no consentido. Como si eso fuera a acabar con las violaciones. Como si introducir ese condicionante en el Código Penal no fuera a dejar -igual que ahora- la interpretación al criterio de los jueces. Palabra de víctima contra palabra de agresor, ¿cómo demostramos sin pruebas físicas que existió ese sí? Tal vez pretenden que volvamos a llamar a un cura antes de follar. O a un notario. O que firmemos un contrato: podríamos llamarlo 'matrimonio'.

Pero me temo que la senda es mucho más peligrosa; el objetivo es que la palabra de la víctima prevalezca. Que si yo denuncio que me han violado se me crea por defecto. Que sea el hombre quien tenga que demostrar que no es culpable. Como en las peores dictaduras, como en la Inquisición: si no tienes nada que ocultar, no tienes nada que temer. Tal vez vale la pena recordar una frase atribuida al cardenal Richelieu: 'Dadme seis líneas escritas de su puño y letra por el hombre más honrado y encontraré en ellas motivo suficiente para hacerlo encarcelar'. Hacer saltar por los aires la presunción de inocencia es cargarnos siglos de evolución jurídica. En esa guerra no me encontrarán. No, el fin no justifica los medios. Y puede que sea un camino sin retorno a volver a navegar las aguas más negras.

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