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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Vanguardias

Resulta sorprendente la naturalidad con la que hemos asistido al litigio sobre el hígado de Éric Abidal. Significa que el trasplante de un órgano ya no nos llama la atención. Solo le pedimos que se ajuste a la ley. ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Pues poco a poco, sin grandes aspavientos, trabajando en la trastienda de la realidad. Ahí es donde fichan cada día los científicos que nos cambian la vida: en la trastienda. O en el cuarto de atrás, como prefieran. De vez en cuando algo de lo que inventan sale a la luz, pero pasamos sobre ello como si se tratara de una historia de ciencia ficción. Luego, un martes cualquiera, la ciencia ficción da el salto a la existencia y nos enteramos de que el trasplante de un hígado es normal, aunque permanece sujeto, por ahora, a unas normas de obligado cumplimiento.

Éric Abidal se encontraba en la lista de espera. Como el jugador del Barça empeorara sin que le llegara la vez, un primo suyo se constituyó en donante. El hígado tiene, frente a otras vísceras, la ventaja de que el trozo amputado se desarrolla hasta formar un hígado completo en el cuerpo del receptor. La víscera sabe, misteriosamente, cuándo debe dejar de crecer. Lo mismo ocurre con la parte que permanece en el cuerpo del donante. De este modo, de una sola entraña salen dos por arte de magia. Al donante se le exige voluntariedad y altruismo. No se puede recibir nada a cambio, aparte de la gratitud. El caso que nos ocupa fue investigado porque se percibieron indicios de irregularidad que ya han sido resueltos por los órganos competentes.

Pero lo curioso, como señalábamos al principio, es que, de no haber sido por esas sospechas de ilegalidad, ni siquiera nos habríamos enterado de que la operación se había llevado a cabo con éxito. Lo que quiere decir que estas hazañas de la medicina forman parte ya de la vida cotidiana. Son normales, nos hemos acostumbrados a vivir con ellas pese a resultar tan extrañas. En cierto modo, vivimos ya dentro de la película Blade Runner, creyendo que seguimos siendo sus espectadores. La ciencia continúa a la vanguardia de todo, incluso a la vanguardia de la literatura, pues se le ocurren y realiza tramas que superan las que cualquier novelista podría imaginar.

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